La vida, su sentido y significado, cualidades y retos que nos depara como género natural, universal y consciente. Para qué vivimos, por qué, cómo logramos que la existencia de cada cual signifique realización plena, retos siempre presentes en la historia de nuestra especie. Pensando en todo ello, el propósito del presente artículo es proponer un índice de bienestar y florecimiento humano.
La coalición política “Pacto Histórico” popularizó el “Vivir sabroso”, un propósito emparentado con el “Buen Vivir” o “Buen convivir” con origen en los pueblos indígenas. Estas cosmovisiones aluden a la vida en plenitud que comprende la armonía interna de las personas (material y espiritual), armonía social con la comunidad, entre comunidades y con la naturaleza. La dignidad es el objetivo central en las luchas por la vida sabrosa.
La dignidad es lo propio de cada ser, su naturaleza o esencia que le determina su identidad, potencialidad y propósito existencial de valía intrínseca. Esta noción es congruente con la palabra “entelequia”; término definido por el filósofo griego Aristóteles (384 a.C-322 a.C.) que combina enteles (‘completo’), telos (‘fin’, ‘propósito’) y echein (‘tener’), en consecuencia es posible traducirla como ‘tener el fin en sí mismo’.
En oposición al concepto de potencialidad, la entelecheia es un trabajo activo hacia la consecución de un fin, intrínseco a la naturaleza y expresión de cada ser. En este fin, la entidad realiza todas sus potencialidades, alcanza la perfección. Aunque más que perfectibilidad, sería tal vez más adecuado hablar de mejoramiento. El filósofo Spinoza (1632-1677) afirma que toda persona se esfuerza (connatus) por actuar de acuerdo con su ser. Este connato, este impulso, es “biofilia”, amor a la vida.
El bienestar y el florecimiento humano dependen de la armonía entre la existencia cotidiana y la naturaleza, ser o esencia de la especie. El humano es un ser que se hace a sí mismo; de ahí que el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) afirmara que el homo sapiens no es exactamente un «ser», es un «quehacer». El antagonismo entre la existencia y su ser causa el desmembramiento y la desintegración psíquica de la personalidad humana; dicho de otra manera, al individuo lo invade la “necrofilia” (atracción por la muerte), la destrucción, el odio y el rencor; en síntesis, el fracaso en el arte de vivir.
Hay una oposición entre la “nuda vida” (la mera vida natural) y la “vida políticamente cualificada”, esto es, la vida digna. Para los griegos, la “polis” constituía el fundamento para superar “el simple hecho de vivir” (común a todos los seres vivos) y establecer la “vida políticamente cualificada”, esto es, digna. La sociedad moderna retoma esta tesis y, en consecuencia, la política se concibe como la dimensión en la que “el vivir” debe transformarse en “convivir bien”, esto es, de manera humana, en igualdad, libertad y reconocimiento mutuo.
Según el psicoanalista y filósofo humanista Erich Fromm (1900-1980), no existe una definición única de la naturaleza humana; de ahí que prefiera hablar más de «atributos esenciales» (comunes a todo el género humano) que de una naturaleza única. El ser humano es ser natural que trasciende la naturaleza; según Marx (1818-1883): el homo sapiens no es meramente un ser natural, es un ser natural humano.
El ser humano es un animal racional y lógico, pero la esencia del género humano no puede ser sólo lógica y racionalidad; también se establece como carácter esencial de esta criatura la capacidad creativa, la imaginación y lo imaginario social, pero no es lo único; es un ser social-histórico pero tampoco ésta sociabilidad e historia lo agota; la libertad es uno de los atributos esenciales (decidir constantemente entre alternativas reales, lo cual requiere conciencia, esfuerzo y decisión) pero hay más; también se define como un homo faber, es decir, el ser humano es el animal capaz de transformar, cambiar, producir, construir herramientas y crear en libertad, cooperación, consciencia y de manera planeada, pero es un atributo entre los demás; la especie humana es creadora de símbolos, lenguaje e instituciones que facilita la comunicación y la vida en común sin que constituyan la totalidad de la naturaleza humana; el ser humano se orienta al progreso (la palabra progreso no significa aquí una forma de tener más, sino un crecimiento constante de nuestra conciencia y autoconciencia), sin que agote su naturaleza. La especie humana cuenta con estos «atributos esenciales» que definen su naturaleza o Ser, pero podrían describirse otros derivados, complejos, emergentes y socio-históricos.
El homo sapiens es un ser natural que trasciende la naturaleza, es el autor de su propia historia. Hombres y mujeres son producto o causantes en sí mismos. El homo sapiens es un ser que se hace a sí mismo. Un individuo tal es él mismo una creación social-histórica. De acuerdo con Hegel (1770-1831), el individuo singular tiene que recorrer, en cuanto a su contenido, las fases de formación del espíritu universal. Por tanto, el tiempo desempeña un papel central en la evolución de la especie. La historia es en lo fundamental esperanza. Marx vio en la historia un proceso constante en el que el ser humano se construye a sí mismo como individuo y como especie; William James (1842-1910) consideró que la vida del espíritu es el «fluir de la conciencia»; Bergson (1859-1941) creía que en lo más profundo de nuestra alma somos «duración», es decir, el tiempo personal e intransferible que se ha vivido; los existencialistas, por su parte, afirman que carecemos de una esencia, que ante todo somos una existencia, es decir, que somos aquello que hacemos de nosotros mismos durante el curso de la vida1.
Es necesaria una teoría normativa de la esencia, naturaleza o ser humano que posibilite disponer de un marco referente para evaluar la existencia en su “entelequia” particular o praxis, así como también de instrumentos que permitan la medición y comparaciones histórico-sociales.
Teoría2
El homo sapiens hace parte del mundo de la vida. El ser humano pertenece a una clase natural universal. Somos parte del universo viviente; por tanto, esta especie es una expresión, entre otras, de la vida biológica. Si bien la biología lo hace posible, no es suficiente para explicar la complejidad humana que emerge de ella. El florecimiento humano y su autorrealización se construyen en desarrollo y materialización de las fuerzas esenciales humanas (potencialidades), realidades objetivas que se expresan en necesidades, valores y capacidades.
La fundamentación de la dignidad humana parte de la pregunta ¿Qué es el ser humano?, con la cual también queremos decir: ¿Qué puede llegar a ser el ser humano? La naturaleza humana es su historia; el proceso de autoproducción mediante la actividad vital del trabajo que le permite ascender de la inmediatez del vivir (animal) a las condiciones de libertad (autonomía y creatividad), conciencia (autoconciencia y pensamiento crítico), sociedad (la esencia humana es el conjunto de las relaciones sociales), praxis (construcción del mundo humano y cambio histórico) y universalidad (naturaleza y genero). Al identificar historia con espíritu, también se puede decir que la naturaleza del ser humano es el espíritu, con la condición de dar a la “historia” la significación de “devenir”. La única “filosofía” es la historia en acto, o sea, la vida misma, según el filósofo italiano Antonio Gramsci (1891-1937).
El filósofo y crítico literario alemán J. G. Herder (1744-1803) afirma que la historia humana sigue la misma ley de desarrollo de la Naturaleza, que procede del mundo inorgánico, al orgánico, y de éste al ser humano, cuya misión es realizarse en sus fuerzas esenciales que lo han construido y desarrollan en la historia.
Praxis
La “praxis” hace referencia a la unidad de pensar, decir, sentir y hacer, esto es, la coherencia entre la actividad vital y la conciencia. Postulamos cinco dimensiones necesarias de acuerdo con la esencia humana que hacen de la vida un arte: protección, estabilidad, vínculos, realización y conciencia. Cada una de estas cinco dimensiones se desarrollan a través de la praxis, la acción consciente y vital: cuidar, administrar, relacionar, trabajar y aprender.
La vida es lo que hacemos con ella. El verbo (praxis) es la categoría gramatical que comprende a las palabras que designan acciones, movimientos, pasiones o sentimientos. Esta categoría gramatical representa la función sintáctica más importante. La vida no es sustancia; es “Verbo”, actividad pura, devenir del Ser; en general, se entiende como fuerza vital y, de manera particular, la manera como vive, construye y se relaciona cada ser humano. La totalidad del mundo es una totalidad en relación y movimiento, una totalidad que se encuentra en estado de “proceso”.
El arte de vivir es cuidado de sí y del otro. Entre los griegos y los romanos, para conducirse bien, para practicar como es debida la libertad, era preciso ocuparse de sí, acción tanto para conocerse como para formarse, para superarse a sí mismo.
En la Antigüedad, la ética en tanto que práctica reflexiva de la libertad, giró en torno a este imperativo fundamental: «Cuídate de ti mismo». Más cerca de nosotros, Michel Foucault (1926-1984) enseña que el cuidado de sí es el conocimiento de sí (tal es el lado socrático-platónico de la cuestión), pero también es el conocimiento de ciertas reglas de conducta o de principios que son, a la par, verdades y prescripciones.
El cuidado es inherente a la salud. La OMS la define como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
Además, el cuidado de sí es el cuidado de otros: el cuidado de sí es ético en sí mismo. El éthos implica asimismo una relación con los otros, en la medida en que el cuidado de sí lleva a ocupar en la ciudad, en la comunidad o en las relaciones interindividuales, el lugar adecuado3.
En resumen, sólo somos capaces de conocer, comprender y cuidar del otro si también somos capaces de entender, cuidar y conocernos a nosotros mismos. Pero la conciencia no significa renunciar a nuestra propia intimidad o la abolición de la privacidad de nuestros semejantes; el amor es conocimiento (amamos lo que conocemos y conocemos lo que amamos), y, precisamente porque es conocimiento, también es respeto.
El arte de vivir es responsabilidad y saber administrar. El segundo nivel de la jerarquía de necesidades elaborada por el psicólogo estadounidense Abraham Maslow (1908-1970) se refiere a todas aquellas necesidades relacionadas con la seguridad y estabilidad de una persona, como la integridad física, la salud, el empleo, la obtención de ingresos recurrentes o el acceso a los recursos. El conjunto de necesidades humanas, según Maslow, en su orden son: fisiológicas, seguridad, amor, estima y autorrealización.
La propiedad personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, forma la base de toda libertad, actividad, autonomía e independencia individual. El verbo de esta dimensión del arte de vivir es la administración responsable de los bienes que nos permiten sobrellevar la vida con un mínimo de estabilidad, confianza, solidaridad, seguridad, dignidad y autonomía. La autonomía del ser humano es una condición para el ejercicio de su libertad.
El arte de vivir requiere de relaciones significativas. Heidegger (1989-1976) hizo hincapié en que el ser humano no es sólo un ser en el mundo, sino que es esencialmente un ser con el otro. La sociabilidad es un atributo esencial del homo sapiens. El ser humano es, en su propia naturaleza, un ser para los demás. El homo sapiens es un ser en cuya naturaleza se encuentra el impulso de trascenderse a sí mismo, un deseo de ser él mismo con los demás.
Todo vínculo es una relación, pero no toda relación es un vínculo. Los vínculos se establecen en el momento que nacemos, la relación, sin embargo, sucede cuando nosotros y/o la otra persona lo decidimos de una manera deliberada, repetuosa y consciente. El individuo humano es ser social; esto es, existe sólo “en relación”. El homo sapiens es un ser social porque todo su propio existir es actividad social. El ser humano tiene como objeto su especie, su esencia, su género, la vida en general, y no sólo su individualidad.
La especie no es simple pensamiento, de acuerdo con el filósofo Feuerbach, existe en los sentimientos y en la “energía del amor”: “un corazón amante es el corazón de la especie”. El amor es un concepto universal relativo a la afinidad o armonía entre seres humanos y con la naturaleza. El amor es comprender, servir, dar, compartir, querer, respetar, reconocer al otro como igual, confiar, convivir, ser solidario y compasivo, crecer humana y conjuntamente.
Para precisar el sentido de lo propiamente humano es necesario entender el universo social e histórico, en el cual el ser humano vive como persona.
El arte de vivir es trabajo creativo, cooperativo y libre. El ser humano es un ser natural y corpóreo que por medio del trabajo (que siempre es en comunidad, trabajo social) transforma la naturaleza para poder subsistir y en ese mismo proceso se transforma a sí mismo, se humaniza y se realiza en sus capacidades, esencia e individualidad.
La autorrealización fue propuesta por Maslow como una de las necesidades más altas en su jerarquía de necesidades humanas. Hace referencia al proceso de desarrollo personal en el que una persona se esfuerza por alcanzar su máximo potencial y satisfacción en la vida. El trabajo, junto con la naturaleza, es la fuente de toda riqueza. La historia del mundo no es otra cosa que la producción del ser humano por medio del trabajo.
El arte de vivir es vida consciente y autoconsciente. La esencia del budismo encierra una sencilla afirmación: sufrimos y hacemos sufrir a otros debido a nuestra ignorancia, esto es, porque no somos capaces de ver al mundo tal y como es. Pero en la esencia de esta filosofía late una promesa radical: es posible aprender a percibir el mundo, incluidos nosotros mismos, con mayor claridad y lograr así una felicidad profunda y sostenible. La salvación del mundo se puede alcanzar mediante el cultivo de una mente clara y tranquila y la sabiduría que esta nos permite tener.
El ser humano es la única criatura en la cual la vida se ha vuelto consciente de sí misma, que posee una conciencia cada vez mayor de sí y del mundo que lo rodea, y que tiene las posibilidades de desarrollar nuevas capacidades, tanto materiales como espirituales, las cuales hacen de su vida un camino abierto con un fin determinable. La capacidad de tomar conciencia, de dar cuenta de sí mismo y de su situación existencial, lo hace humano; esa capacidad es fundamentalmente su naturaleza.
El filósofo alemán Hegel explicó que la conciencia es, de una parte, conciencia del objeto (conocimiento) y, de otra, conciencia de sí misma; conciencia de lo que es para ella lo verdadero y conciencia de su saber de ello.
La libertad conduce a una forma de mayor autoconciencia y autoconocimiento. La libertad está íntimamente ligada al desarrollo de la persona. Si el ser humano no es capaz de trabajar y aprender por una mayor conciencia y autoconciencia de sí mismo tenderá a sucumbir a las creencias y los procesos irracionales que impiden el logro de la emancipación y liberación. Elegir la libertad es elegir el amor a la vida. Lo que nos permite ganar nuestra libertad es nuestra capacidad de ser conscientes y autoconscientes. Lo que representa la verdadera libertad es alcanzar una clara armonía con el universo.
Hay en el ser humano una realidad espiritual que nace, precisamente, porque puede conocerse a sí mismo y a otros, y que es parte de la vida misma. La grandeza del ser humano arraiga en su capacidad de ser consciente de sus limitaciones y, en este proceso de aumento de la conciencia, de superarlas. El ser humano auténtico es aquel que se adhiere al espíritu universal.
Modelo y medición
Un esquema es la representación de ideas, conceptos y palabras relacionadas de forma jerárquica, coherente y lógica. El arte de vivir puede modelarse de acuerdo con el siguiente esquema:
Cada dimensión del arte de vivir se materializa a través de la praxis (verbo) y registra un mínimo (cero) y un máximo (cien). El índice del arte de vivir es el promedio de las mediciones de cada dimensión y expresa el potencial alcanzado por cada individuo, comunidad o país en cada momento espacio-tiempo de su desarrollo.
Para ilustrar la operacionalidad del arte de vivir tomamos como ejemplo el caso específico de Colombia; veamos:
Protección: De acuerdo con los indicadores básicos de salud para el año 2023 publicados por el Ministerio de salud y Protección social, al año mueren cerca de 329.000 personas y nacen 747.000. La tasa bruta de mortalidad es de 7,1. La tasa de morbilidad se refiere a la presentación de una enfermedad o síntoma de una enfermedad, o a la proporción de enfermedad en una población; en Colombia la tasa de morbilidad es de 71 por ciento, esto es, que requiere consulta médica por algún problema de salud (el 6% requiere hospitalización). Por tanto el indicador parcial de esta dimensión es 21,9 (100-7,1-71,0).
Estabilidad: El país alberga a 18,4 millones de personas en situación de pobreza monetaria; esto es, el 36,6 por ciento del total de connacionales. El indicador parcial relacionado con la seguridad y estabilidad de las personas tiene un valor de 63,4 (100-36,6).
Vínculos: La encuesta de Cultura Política aplicada por el Dane busca generar información estadística estratégica que permita caracterizar aspectos de la cultura política colombiana, acumulación de capital social, participación en escenarios comunitarios y confianza, basados en las percepciones y prácticas de los ciudadanos sobre su entorno político, cultural y social. A nivel nacional, el porcentaje de personas de 18 años y más, según si cuentan con una red de apoyo y confianza es de 51,8 por ciento.
Realización: En septiembre de 2023, la tasa de desempleo fue de 9,3 por ciento con 2,3 millones de desocupados. La informalidad laboral, por otro lado, disminuyó de 58,7 por ciento en septiembre de 2022 a 56,1 en el mismo mes de 2023, con una caída de 2,6 puntos porcentuales. El índice de realización tiene un valor de 34,6 (100-9,3-56,1).
Conciencia: En este aspecto la tasa de analfabetismo en población de mayores de 15 años es de 4,4 por ciento. Los años promedios de educación para la población de 15 años y más es de 9,3. Solo el 12,7 por ciento de los ocupados colombianos cuenta con estudios universitarios, según datos del Dane. Tomando este último indicador como referente de aprendizaje, la dimensión conciencia tiene un valor de 12,7.
Índice de bienestar y florecimiento humano: El valor promedio de este índice se obtiene sumando los parciales de cada dimensión y dividiendo el resultado por cinco, esto es, el número de dimensiones. En consecuencia, el valor estimado es de 36,9 por ciento sobre un potencial de cien. Colombia registra un valor bajo de bienestar y no es un lugar apropiado para que florezca la vida en toda su potencia, al menos para sus habitantes cotidianos.
1 Xirau, Ramón. (2016). Erich Fromm y la naturaleza humana. Fondo de Cultura Económica, México, p. 52.
2 Con base en el libro: Sarmiento Anzola, Libardo. (2016). Ontología humana crítica. Ediciones Desde abajo, Bogotá.
3 Focault, Michel. (1984). “La ética del cuidado de sí como práctica de libertad”. Concordia; Revista internacional de filosofía, Nº 6; Colombia.
* Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos desdeabajo y Le Monde diplomatique, edición Colombia.
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