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La civilización unidimensional

La civilización unidimensional

 

Autor:

Damián Pachón Soto


Prólogo

La civilización actual es una civilización unidimensional. Pero, ¿qué significa esto? La respuesta es compleja. Hoy vivimos en mundo dominado por la ciencia, la tecnología y los medios de comunicación. En el siglo XX la utilización del conocimiento y su aplicación a la ciencia produjo resultados paradójicos: por un lado, el conocimiento científico logró descubrimientos importantes y grandes proezas a favor de la humanidad, pero por otro, la ciencia y su respectiva utilización y aplicación produjo efectos inimaginables sobre la naturaleza y la existencia humana. Así las cosas, el daño ambiental aparece como una de las primeras consecuencias por la utilización desmedida de la ciencia y la tecnología, problema al que se le debe sumar el crecimiento demográfico en el siglo XX. Lo mismo sucedió con la existencia humana, pues la técnica- vista como producto de la ciencia- logró penetrar los abismos más infranqueables del hombre hasta ponerlo bajo su control.

Son estos hechos los que han producido una reiterada crítica al uso de la ciencia y de su aplicación a los procesos productivos. El resultado ha sido una crítica desde el ambientalismo y desde diversos sectores sociales que han abogado por una nueva racionalidad científica, una racionalidad que logre un equilibrio entre la civilización y la naturaleza. Por otro lado, ha aflorado una crítica que problematiza el uso de la ciencia en el campo de la producción y del control sobre la “naturaleza” humana y la existencia de los individuos. Un punto neurálgico es, por ejemplo, su aplicación en el campo de la genética, lo cual podría producir una revolución sin precedentes.

La ciencia contribuyó en el siglo XX a crear un mundo técnico-científico. Un mundo que se caracteriza por la unilateralidad de sus premisas, y que produjo lo que Marcuse llamó: “cierre del universo del discurso”. Este cierre impuso, por otro lado, la emergencia de valores eficientistas, productivos y pragmáticos. Es así como en la civilización actual estos nuevos principios llegaron a su máxima expresión al invadir todos los procesos de la vida del hombre moderno. La noción de una vida cómoda, donde se suplan un cúmulo de necesidades materiales que el mundo capitalista impone, donde el inconformismo y la protesta han sido lentamente desplazados del discurso, es el modelo predominante a inicios del siglo XXI. De tal forma que la unidimensionalidad de la sociedad actual cierra el paso a manifestaciones sociales que antes circulaban libremente. La creación literaria, filosófica y artística aparecen hoy como discursos obsoletos, improductivos, innecesarios. Esto se refleja, por ejemplo, en los modelos educativos, donde la educación técnica se impone en desmedro de la educación humanística. Este tipo de educación es, según esto, la que se requiere para el desarrollo, el progreso y el bienestar de la humanidad. El significado de esta tendencia indica, entre otras cosas, que la vida del hombre actual ha pasado a ser más lineal, más simple, menos rica y gratificante. El hombre ha sido encarcelado en la jaula de hierro, donde las opciones que tiene son pocas, pues debe limitarse, según la actual lógica del capitalismo, a contribuir a la materialización del eficientismo y el pragmatismo reinantes.

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