Estancamiento crónico o desarrollo de las fuerzas productivas

“Todo lo que Henryck Grossman prueba con esto es que la tendencia inherente a la sobreacumulación, que indudablemente es una característica del capitalismo, debe ser neutralizada por la tendencia, también inherente al sistema, a la desvalorización periódica del capital, con lo cual se evita un estancamiento más prolongado del proceso de valorización. Ésta es precisamente la función que tienen las crisis de sobreproducción, como lo subrayó el propio Marx. Por tanto, Grossman no ha demostrado que este proceso haría generalmente imposible, a la larga, la valorización de capital.” Ernest Mandel (1)

Durante décadas el marxismo ha venido debatiendo sobre el destino del sistema capitalista mundial, sobre la naturaleza de sus crisis y la posibilidad de un derrumbe. En la actualidad ese debate -de una u otra forma- continúa. Los trabajos de Michael Roberts (2) sobre la larga depresión causada por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, o los de Brenner acerca del exceso de sobrecapacidad instalada (3), son una muestra de ello.

Hace casi cien años (1.929) Henryck Grossman publicaba el libro La ley de la acumulación y el derrumbe capitalista donde llegaba a la conclusión de que “El sistema sufre un colapso, la crisis que sobreviene de ese modo expresa el derrumbe de la valorización”. La tesis de Grossman alcanzó bastante influencia entre importantes economistas marxistas como el alemán Paul Mattick (5). Al mismo tiempo, también fue criticada por otros marxistas como Lucio Colletti (6) o E. Mandel (1) quien señaló en El capitalismo tardío que, con sus cálculos, Grossman, no había demostrado nada, y además de estar equivocados, entraban en contradicción con la exposición de Marx “cuando habla de la crisis por insuficiencia de la realización de plusvalía y, en consecuencia, el descenso de la tasa de ganancia”. Del mismo modo, los análisis y tesis de Brenner y Roberts han recibido críticas de otros economistas como recientemente se han reflejado en los debates con Shet Ackerman (7) o Rolando Astarita (8).

Pero el enfoque que vamos a desarrollar aquí está en un plano distinto. Nos importan los mecanismos de crisis y reproducción capitalista, el debate sobre lo que escribió K. Marx en El Capital, los Grundrisse, o las Teorías de la Plusvalía hace ciento cincuenta años, pero nos interesa, ante todo, el análisis concreto del modo de producción capitalista. Por eso, hemos recurrido a un sencillo método empírico: poner por delante los datos y los hechos.

Las teorías económicas sobre el derrumbe del capitalismo ya sea por la insuficiencia de plusvalía, el aumento de la composición orgánica del capital, la caída de la tasa de ganancia, el estancamiento crónico del capitalismo en las últimas décadas (1973…), parten de una serie de premisas económicas basadas en una interpretación unilateral de los hechos. Éstas, tienden a coincidir en un cuestionamiento -más o menos claro- del desarrollo de las fuerzas productivas en los últimos cincuenta años aproximadamente. Los trabajos de Roberts o Brenner se han centrado en los países capitalistas más avanzados. Ese es un problema metodológico y político de primer orden (como intentaremos demostrar más adelante).

No podemos contrastar todas las estadísticas (el trabajo daría para un artículo entero). Es cierto que las tasas de crecimiento de Estados Unidos, Europa o Japón son más bajas que las del conjunto de la economía mundial. La comparación con el período de 1945-1973 es engañosa ya que el capitalismo occidental vivió una etapa dorada de crecimiento en un escenario de destrucción generalizada.  En EE UU las tasas de incremento eran alrededor del 4% y posteriormente estuvieron alrededor del 3%.

Por dar un solo dato bastante reciente, según el FMI el crecimiento mundial se mantendrá estable entre 2024 y 2025 en torno al 3,2%. Las áreas más desarrolladas crecerán un 1,5% y las menos un 4%. China crecerá en torno al 4,9%. La ralentización de las economías capitalistas más avanzadas existe si las comparamos con el período de la posguerra o con el crecimiento de la India, Brasil o China, pero se han mantenido e incluso, en el caso de los Estados Unidos con fuertes subidas a lo largo del tiempo. Roberts es un excelente economista marxista (al que es necesario seguir si queremos informarnos de la situación mundial), pero ha tendido a subestimar el crecimiento del capitalismo en los últimos años presentando aquellos escenarios que le eran más favorables a sus tesis, como por ejemplo el anuncio reiterado sobre la inminente recesión en EE UU con la Administración de Biden-Harris.

La mayor potencia económica mundial -Estados Unidos- ha tenido durante la Administración del Partido Demócrata, un crecimiento global del 12,6%; el menor desempleo de los últimos cincuenta años y la creación de 16 millones de puestos de trabajo. Por supuesto, no estamos alabando para nada la gestión de Biden ni en este ni en ningún aspecto de su presidencia, pero son datos de la realidad. Durante la anterior presidencia de D. Trump la economía creció 2,3% (2017), 2,9% (2018) y 2,3% (2019) según información de la CNN (por supuesto hubo una fuerte caída con la pandemia de Covid 19 con un -3,4%). No es un gran crecimiento global, pero tampoco deberíamos hablar de estancamiento crónico. Como decíamos antes, en la Administración Biden se crearon 16 millones de empleos por 6 millones en la de Trump. Los mercados financieros han vivido máximos históricos en ambos períodos. Las previsiones para 2025 y 2026 son de una caída del PIB a niveles más bajos que los últimos años, pero después hay que contar con el factor político, y la llegada de Trump puede ser un revulsivo para una parte importante del capital.

A nuestro juicio, el error de M. Roberts es esencialmente de carácter político. Al no incorporar a la economía China al conjunto de la economía internacional, reduce el análisis del capitalismo mundial a las economías del G 7. El problema es que China es la segunda economía capitalista más grande del mundo y tiene unos niveles de crecimiento superiores a la media mundial. Lo mismo pasa con el conjunto de Asia. En los análisis estancacionistas de las últimas décadas (Brenner/Roberts) subestiman el mayor acontecimiento político y económico desde 1945 que es el hundimiento de la URSS, la incorporación de China al modo de producción capitalista (aunque en la variante de un capitalismo de estado) y el desplazamiento, cada vez mayor, del centro geográfico de la economía capitalista desde el Atlántico al área del Pacífico.

Otro caso distinto son las teorías colapsistas como las que han defendido marxistas como Kurz o Jappe (9). Desde un plano principalmente filosófico, Anselm Jappe, dice que el capitalismo actual entrará en colapso ante la imposibilidad de mantener el proceso de valorización. Esa teoría está basada en un aumento constante de la composición orgánica del capital (+C/-V) y la tendencia histórica a la disminución del trabajo humano. Este sería también otro tema a debate (aunque en este mismo artículo presentamos datos que apuntan justamente a lo contrario).

Para aquellas personas que en el pasado formamos parte de organizaciones trotskistas, la afirmación de que “las fuerzas productivas han dejado de crecer” (10) siempre tuvo una gran significación. No se trataba simplemente de un recurso retórico sino que expresaba análisis económicos y políticos con consecuencias concretas. Para Trotsky las condiciones objetivas para la revolución socialista estaban más que maduras (habían comenzado a pudrirse) y solo la ausencia de una “dirección revolucionaria” era la causa de que el capitalismo siguiera en pie. En el año 1.938 esta afirmación era discutible, pero no lo era durante el período de 1945-1973 donde diversas organizaciones trotskistas siguieron afirmando que las fuerzas productivas del capitalismo no crecían. De hecho, Mandel recibía duras críticas por afirmar lo contrario.

Finalmente trataremos de aclarar nuestra concepción sobre fuerzas productivas. Para ello tomamos como base los documentos de Marx o Engels (pero sin compartir la definición sobre la relación base y superestructura del Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política) (11). Somos conscientes que en Marx y Engels había una visión que hoy se califica de “productivista”. Indudablemente la percepción del siglo XIX no puede ser la del siglo XXI. Disentimos, también, con las interpretaciones de Jhon Bellamy Foster y Kohei Saito (12) acerca del giro “ecologista” de K. Marx en la última fase de su vida. Creemos que no hay nada que “justificar”. Para Marx y Engels el desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo estaba asociado a la maduración de las condiciones objetivas del socialismo. En aquella época, la revolución de la ciencia y las tecnologías eran un paso para que el ser humano controlase la naturaleza.

Una de las tareas más complejas es la de evaluar la relación entre el desarrollo humano y el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero esta misma misión se hace aún más complicada cuando la ponemos en relación con la catástrofe ecológica que han causado (y lo siguen haciendo), el impacto de las fuerzas productivas del capitalismo sobre la Biosfera. Sabemos que es un terreno muy pantanoso porque se trata de evaluar no solo un único factor de equilibrio, sino otros muchos. Por supuesto, muchas preguntas quedarán sin respuestas, pero hemos decidido incorporar esta reflexión al debate.

El mayor desarrollo de las fuerzas productivas en la historia

Vamos a ofrecer datos concretos relacionados con el desarrollo humano, económico y social a lo largo de las últimas décadas.

1.- Evolución de la esperanza de vida:

En 1.800 la esperanza de vida de la población era de 28 años de media.

En 1.900 subió a 33,8 (5,8 años y medio en 100 años).

En 1.950 subió a 46,5 (12 años y 7 meses en 50 años).

En 2.022 subió a 71,7 (25 años y 2 meses en 72 años).

Entre 1.950 y 2.020 en Asia aumentó +25 años.

Entre 1.950 y 2.020 en África subió 15 años y 8 meses.

Entre 1.950 y 2.020 en América Latina y el Caribe subió 22 años y 5 meses.

En 1.960 la población mundial vivíamos una media de 52,5 años.

Sesenta años más tarde la esperanza media de vida entre la población mundial es de 72 años, es decir, +20 años. (13).

2.- Alfabetización:

Según los datos de la ONU la alfabetización en el mundo ha subido desde un 65,2% en 1976, hasta un 86% en el 2018.

3.- La población mundial también ha vivido un fuerte incremento:

Antes de 1.800 la población era de unos 1.000 millones.

En 1.900 era de 1.600 millones.

En el 2.000 era de 6.100 millones.

En el 2.024 es de 8.156 millones (un incremento de 81 millones en un año aunque parece que esta tendencia se está ralentizando).

4.- Alimentación y malnutrición:

Según los datos de la FAO (organismo de la ONU para la agricultura y la alimentación):

La malnutrición afectaba en 1.950 a un 65% de la población mundial. En 1.970 había descendido hasta un 25%. En el año 2.000 era del 15%.

Para Vaclav Smil esto significa que, si bien en 1.950 se podían alimentar en mejores condiciones 890 millones de personas, en el año 2.020 la cifra había ascendido a 7.000 millones. Un incremento de ocho veces en términos absolutos. Y concluye: “En cuestión de dos siglos, el trabajo humano para producir 1 kilogramo de trigo norteamericano se ha reducido de 10 minutos a menos de 2 segundos.” (14).

Estos progresos se deben, no sólo como dice V. Smil, a un aumento considerable del consumo de energía (0.05 Gigajulios per cápita en 1.800; 2.7 Gigajulios per cápita en 1.900 y 28 Gigajulios per cápita en 2.000), sino fundamentalmente a las mejores condiciones globales tanto en la prevención de enfermedades (vacunación infantil) como a los tratamientos más avanzados y la mejora de la alimentación. Pero estos avances no eliminan: un aumento de las desigualdades sociales a nivel mundial y un aumento en la concentración de la riqueza: “Según el informe UBS, el 1,5% de la población mundial tiene +1 millón de dólares de riqueza. En su mano están 213,8 billones de dólares, o el 47.5% de la riqueza de las familias de todo el mundo. Hay 58 millones de millonarios en el mundo. La riqueza agregada de estos se ha quintuplicado pasando de 41,4 billones de dólares en 2.000 a 213,8 billones en 2.023, y su cuota de riqueza pasó del 35% al 47,5% en ese mismo período.” (15)

5.- El PIB mundial

En el año 2.000 el PIB mundial era de 34.097,94 billones de dólares.

En el año 2.024 el PIB mundial es de 109.529,22 billones de dólares (16)

Según el Banco Mundial que calcula el PIB con las siglas C+I+G+X-M (Consumo+Inversión+Gasto Público+Exportación-Importación) la evolución del PIB mundial ha sido.

1.960: 1,37 billones de dólares.

1.970: 3 billones de dólares.

1.980: 11,45 billones de dólares.

1.990: 22,99 billones de dólares.

2.000: 33,86 billones de dólares.

2.010: 66,61 billones de dólares.

2.020: 85,76 billones de dólares.

2.024: 106.17 billones de dólares.

Este crecimiento descontrolado a nivel mundial es insostenible ecológicamente en el siglo XXI.

6.- Comercio mundial

Según la OMC (Organización Mundial del Comercio) el aumento promedio del comercio mundial entre 1.995 y 2.023 ha sido entre un 4% y 6%. En la actualidad el comercio mundial es aproximadamente 44 veces el registrado en los primeros días del GATT. Un crecimiento del 4.400% en casi 25 años.

7.- Productividad

La producción mundial por hora trabajada aumentó un 4,9% en 2.020, más del doble de la tasa media anual a largo plazo del 2,4% registrado entre 2.005 y 2.019. Se trata del crecimiento mundial más rápido desde que se tienen datos. (17)

Los datos en el año 2.020 tienen que ver con la pandemia. El teletrabajo fue un factor de aumento de la productividad a nivel mundial en la medida que hacía disminuir una gran parte de “tiempos muertos”.  Por esa razón, muchas empresas, lo han seguido manteniendo tras la pandemia.

La productividad es el motor del capitalismo. Uno de los mejores estudios son los trabajos de Vaclav Smil (18). Según este científico, en la historia de la agricultura, los cuatro factores que han impulsado un desarrollo nunca visto de la productividad han sido: el reemplazo del trabajo humano por el animal y posteriormente por las máquinas; el riego y la fertilización; la eficacia de las herramientas y los nutrientes.

“En 1.800 los agricultores de Nueva Inglaterra necesitaban más de siete minutos para producir un kilogramo de trigo; en 1.900, en el Valle Central de California se necesitaba un minuto, lo que representa un aumento de la productividad en un 2.000% en un siglo”. (19)

“La mecanización del trabajo en el campo ha sido la principal razón del aumento de la productividad laboral y la reducción de la población agrícola. Un caballo occidental pesado de principios del siglo XX trabajaba a una tasa equivalente de seis personas, los primeros tractores de 15 o 20 caballos pesados; mientras que los modelos actuales que trabajan en las praderas canadienses tienen hasta 575 caballos de fuerza.” (20)

El capital busca aumentar la productividad para que suba la cuota de plusvalía mediante la introducción de mejoras tanto en la organización del trabajo como con las innovaciones tecnológicas. Es una estrategia esencial en países más avanzados donde la mano de obra tiene costes elevados (21). Cada innovación ahorra costes y aumenta la producción pero también provoca a medio y largo plazo las llamadas crisis de sobreproducción.

8.- Aumento de la población laboral a nivel mundial

Si la productividad aumenta la extracción de plusvalía relativa, el aumento de la población asalariada ya sea en un país o en el mundo, lo que hace es aumentar también la cantidad de plusvalía en términos absolutos. En la medida que el capitalismo se ha ido desarrollando, ha ido necesitando de contingentes cada vez mayores de mano de obra. Gracias al aumento de la población mundial, estos contingentes son tan numerosos que incluso puede mantener un ejército de desocupadas y desocupados que tiran a la baja el coste de la fuerza laboral.

Un ejemplo muy significativo se vivió en Europa y Estados Unidos con la llamada deslocalización industrial en la época de Thatcher, Reagan, Felipe González, etc. Las industrias del “primer mundo” fueron desmanteladas casi por completo (minería, naval, acero, siderurgia, automóvil, etc) y trasladada la producción a los países asiáticos donde la mano de obra era mucho más barata. Este período -años ochenta- inauguró las cadenas de valor deslocalizadas en todo el mundo y que hoy están ampliamente extendidas. Hoy no se puede hablar de producción nacional como en el siglo pasado. Las grandes empresas tienen repartidas sus fábricas y sus stocks por todo el mundo. Gracias a ello han aumentado sus beneficios y han disminuido sus riesgos.

Los datos sobre la evolución de la población laboral mundial se han ido incrementando paulatinamente. (22). En el año 2007 la población trabajadora era de 2.908,9 millones de personas en todo el mundo. En el año 2023 es de 3.379 millones. Por esa razón consideramos que, por el momento, no hay una tendencia mundial a la reducción de la masa de asalariadas y asalariados en el mundo. Esa tendencia al aumento de la proletarización mundial podría invertirse en caso de un descenso de la población mundial continuado o por una crisis económica que afectase a las principales economías del mundo.

9.- Lo que es bueno para el capital, es bueno para el capitalismo

Anteriormente hemos expuesto el crecimiento del PIB, el aumento de la productividad y de la fuerza de trabajo; a continuación haremos un repaso breve sobre algunos sectores productivos a nivel mundial ejemplificando en sus corporaciones y empresas.

Sector agroalimentario: “Las 20 empresas agroalimentarias internacionales más grandes que pertenecen a los sectores del cereal, fertilizantes, carne y productos lácteos, distribuyeron alrededor de 53.000 millones de dólares de beneficios entre los años 2.020 y 2.021” (23).

Las 10 empresas agroalimentarias con más beneficios en 2.022 sumaron la cifra de 48.000 millones de dólares. (24) A continuación las enumeramos por volumen de activos a nivel mundial:

Nestlé: 9.700 millones.

Coca Cola: 9.870 millones.

Pepsico: 6.580 millones.

Anheuser-Busch InBev: 6.060 millones

Mondelez: 3.940 millones.

JBS: 2.990 millones.

General Mills: 2.800 millones.

Tyson Foods: 2.430 millones.

Kraft Heinz: 2.420 millones.

Danone: 992,2 millones.

Sector energético:

Estos son los beneficios de las petroleras en el año 2023. (24) En esta lista no ponemos a Aramco de Arabia Saudí que es una empresa estado propiedad del gobierno y del Fondo soberano estatal Public Investment Fund (98%), que en el año 2.022 obtuvo unos beneficios de 161,1 millones de dólares sólo con la venta de petróleo.

Exxon Mobil (EE UU): 49,05 mil millones.

Shell (Reino Unido): 34,93 mil millones.

Petrobras (Brasil): 29,66 mil millones.

Chevron (EE UU): 28,46 mil millones.

Equinor (Noruega): 23,07 mil millones.

B.P. (Reino Unido): 22,24 mil millones.

Petrochina (China): 17,18 mil millones.

Total SA (Francia): 16,57 mil millones.

CNOOC (China): 15,57 mil millones.

Marathon Petroleum (EE UU): 12,98 mil millones.

Tecnológicas

Apple, Microsoft, Alphabet, Meta y Amazon ganaron 326.772 millones de dólares en el año 2023, es decir, un 25,6% más que el año anterior. Para ello redujeron los costes laborales (miles de trabajadoras y trabajadores despedidos) y aumentaron los ingresos (precios). (25).

Industria Farmacéutica

Según Amnistía Internacional las empresas que sacaron las vacunas contra el Covid 19 como BioNTech, Moderna o AstraZeneca, obtuvieron unos beneficios de 13.000 millones de dólares en el balance del 2021. Está claro que vendieron muy cara la inmunización de la población (sobre todo de los países capitalistas adelantados).

Para Pharma Industry Profits las empresas del sector obtuvieron unos beneficios de 90.000 millones entre los años 2.021 y 2.022. Con márgenes de beneficios que oscilaron entre un 49 y 76%.  A la cabeza de ellas Johnson & Johnson, Roche, Merck, Pfizer, AstraZeneca, Novartis, etc. (26)

A partir del 2.022 redujeron sus beneficios. Pero aún así algunas de ellas como Johnson & Johnson (+6,5%), AstraZeneca (+3,3%), Novartis (+7,7%) y Elli Lilly (+20%), los siguieron aumentando. (27)

Automóvil

Según la Compañía International EY, la industria del automóvil logró un aumento de sus beneficios a pesar de la escasez de semiconductores y la crisis de ventas, pasando de -4.100 millones en el 2.020 (pandemia), hasta +71.560 millones de euros en 2.021.

Es sabido que la industria del automóvil se encuentra en un proceso de reconversión con la introducción del coche eléctrico, en donde China está ganando ampliamente a EE UU y Alemania. Ello ha provocado en Alemania la pérdida de 46.000 puestos de trabajo y se espera que lleguen a un total de 190.000.

También hubo retrocesos en Japón a los niveles de 1.977 y en EE UU. Por su parte China subió las ventas en casi un 10%. A pesar de ello algunas empresas obtuvieron beneficios por la subida de precios de un 8,7% en relación a 2.022 y de un 37% en relación a 2.017.

La industria del automóvil se encuentra sumergida en un período de grandes turbulencias y para los próximos años se espera que el intento de reducción de costes laborales, lleve a un conflicto entre los grandes sindicatos de la automoción y la patronal.

Gracias a qué fue posible el desarrollo de las fuerzas productivas

El espectacular desarrollo científico, tecnológico, demográfico, energético, cultural, sanitario y del incremento de la fuerza laboral, se ha dado bajo un régimen de acumulación mundial que, al mismo tiempo, ha aumentado la explotación al trabajo, la desigualdad social y económica, y, como veremos más adelante, abriendo una crisis ecológica sin precedentes.  Cualquier balance sobre el capitalismo histórico debería contemplar todos esos aspectos.

El éxito del capitalismo a nivel histórico está sustentado en dos grandes aspectos: la victoria sobre todos los movimientos anticapitalistas y, en segundo lugar, la capacidad de combinar un determinado desarrollo humano a partir del desarrollo de las fuerzas productivas. Gracias a ello, ha tenido disponible un crecimiento constante de la mano de obra al mismo tiempo que revolucionó todas las fuentes de explotación del trabajo, desde la máquina de vapor a la Inteligencia Artificial, desde el carbón al petróleo, desde el campo a la ciudad.

Reconocer esta realidad no nos hace simpatizar ni lo más mínimo con el régimen capitalista. El análisis marxista no se mueve por afectos sino por realidades objetivas.

La mayor amenaza del capitalismo occidental fue a comienzos del siglo XX. Posteriormente tuvo que enfrentarse en los años sesenta y setenta a una clase obrera muy organizada. Pero en ambos conflictos salió victorioso.

El momento revolucionario (1.914-1.936) se saldó con derrotas históricas de las clases trabajadoras europeas. La victoria de la revolución rusa (1.917) fue congelada (1.927) y posteriormente derrotada (1.936-1.939) con una terrible contrarrevolución en el campo y la destrucción del partido bolchevique simbolizado en los procesos de Moscú. Las derrotas de las revoluciones alemanas (1.919, 1.923) y la subida de Hitler al poder (1.933), así como de la revolución española (1.936-1.939) fueron un balón de oxígeno para el capitalismo europeo. Pero sin la colaboración en unos casos de la socialdemocracia y en otros del estalinismo, esa victoria no hubiera sido tan clara.

La segunda derrota histórica de las clases trabajadoras fue el “momento reformista”. Una vez que los movimientos anticapitalistas habían quedado reducidos a grupos minoritarios, la ofensiva se centró en el desmantelamiento de las estructuras de clase: industria y sindicatos. La derrota de los mineros ingleses (1.984-1.985) por el gobierno ultraconservador de Thatcher. La reconversión industrial en España (1.983-1.984), así como otros sectores industriales. Las victorias de Reagan sobre la clase obrera norteamericana y de otros gobiernos europeos, pusieron fin a una etapa reformista donde el poder de acción y negociación de las clases trabajadoras quedó mermado.

Estas victorias afianzaron un régimen de acumulación capitalista basado sobre una mayor explotación y permitieron a las clases dominantes hacer reformas en la legislación laboral, la regulación de los mercados financieros y la globalización. Pero lo más importante estaba por venir.

En 1.978 comienza la gran reforma capitalista del presidente de China Deng Xiaoping. Un proceso que todavía conmociona al mundo y que ha transformado al capitalismo del siglo XXI. La incorporación de un país de 1.200 millones de personas al modo de producción y al mercado capitalista ha supuesto un relanzamiento del capitalismo mundial. China se ha convertido en la fábrica del mundo. Las enormes masas de plusvalía extraídas de esa inmensa masa de obreras y obreros chinos han circulado por el mundo y también han supuesto un salto gigantesco para ese país. El “milagro” de China no es el triunfo del socialismo, sino de un capitalismo de Estado basado en la transformación de una economía campesina en otra industrial capitalista.

En 1.989 cae el Muro de Berlín y en 1.990 implosiona la URSS. El llamado “socialismo real” se disuelve en un montón de economías capitalistas cuya transición está muy lejos de ser ordenada como en el caso de China. En cualquier caso, millones de trabajadores especializados y con un alto nivel cultural serán la nueva carne de explotación con salarios inferiores a la Europa occidental o norteamérica. La UE abrazó esta nueva mano de obra sobre la que se construyó la hegemonía de una nueva Alemania en Europa (1.990-2.022).

Las clases dominantes de todo el mundo han aprovechado este cúmulo de derrotas de sus antagonistas. El “secreto” del relanzamiento del capitalismo a partir de los años setenta (que muy poco tiene que ver con un supuesto estancamiento), está sustentado en la política y la economía. En nuestra opinión no hay magia financiera, ni robo, ni burbujas permanentes, ni tecnocapitalismo. Todo eso lo hay, pero a una escala menor comparada con la extracción de plusvalía a los más de tres mil millones de trabajadoras y trabajadores de todo el mundo. Por esa razón, pensamos que la ley que ocupa la centralidad del proceso histórico del capitalismo es la producción de más valor a partir de la masa de plusvalía que el capital extrajo del trabajo humano en las décadas de los ochenta y noventa.

Durante el período histórico que nos ocupa, el capitalismo, ha sacado sus enormes beneficios, tanto por extensión (aumento de trabajadoras y trabajadores a nivel mundial), como por intensidad (aumentando la productividad del trabajo). En este segundo punto, la combinación de la innovación tecnológica y la nueva organización del trabajo, se han visto muy beneficiadas por un aumento de la extracción y de la utilización de los combustibles fósiles.

Cuando las fuerzas productivas se convierten además en destructivas

La cara oscura del desarrollo capitalista, además de la explotación al trabajo, de las grandes desigualdades sociales, de la enorme concentración de la riqueza en manos del 1% de la población, de la hambruna crónica que todavía existe en el 15%, de la persistencia de enfermedades endémicas, etc, etc, es el impacto letal que está teniendo sobre el Planeta. La crisis ecológica con sus consecuencias sociales se sitúa, junto a las guerras o un posible conflicto mundial, en la principal amenaza en las próximas décadas.

A lo largo de este siglo nuestra generación y las siguientes se enfrentarán a nuevos problemas: los gases de efecto invernadero (GEI); el cambio climático; la escasez de agua dulce; la pérdida de la biodiversidad; la acidificación de los océanos; el deshielo de los glaciares; el final de los combustibles fósiles y otros minerales; la reducción de la capa de ozono; la menor productividad de las tierras empleadas en la agricultura por el uso intensivo de fertilizantes; la aparición de nuevas enfermedades pandémicas provocadas por la ocupación de espacios salvajes; y finalmente, los costes económicos de las catástrofes naturales que ya estamos viviendo como consecuencia del cambio climático.

Sin la presencia de los llamados gases traza: dióxido de carbono (CO2); metano (CH4); óxido nitroso (N2O); ozono (O3); la superficie del Planeta permanecería congelada en unos -18º celsius, pero al absorber una pequeña parte de radiación saliente (infrarroja), los gases traza mantienen la temperatura media de la troposfera a un nivel aproximado de +15 y +33º por encima de lo que habría en su ausencia (NASA 2023) (28).

Pero el aumento de emisiones de CO2 ha puesto en peligro el equilibrio ecológico desde 1.900 hasta hoy. A finales del siglo XIX se empezó a detectar que un aumento de las emisiones de GEI provocan una aceleración del calentamiento del Planeta. Por ese motivo se habla de cambio climático antropogénico, ya que no está provocado por la acción de los volcanes (como en otras eras geológicas), ni por la rotación o la inclinación de la tierra, etc.

El aumento exponencial del CO2 desde la revolución industrial, pero muy particularmente desde mitad del siglo XX (1.950) y coincidiendo con una aceleración de la actividad económica y la industrialización de Asia (1.980); han disparado todas las alarmas. Las concentraciones medias anuales de CO2 en Mauna Loa en Hawai (desde donde se miden las partículas por millón de dióxido de carbono en la atmósfera) han aumentado en un 34% desde 1.958 hasta 2.023. Se ha pasado de 318 ppm en 1.960 hasta más de 420 en el año 2.023. (29). Los países con mayores emisiones de GEI son: China (31%); EE UU (14%); U.E (11%); India (8%); Rusia (4%); Arabia Saudí (2%) e Indonesia (2%).

Los últimos nueve años de este siglo han sido los más cálidos desde 1.850. Probablemente la temperatura media de la Tierra haya subido +1,64º en relación a la era preindustrial (aumentando aproximadamente de 15º a 16,6º) y, aunque todavía es temprano para sacar conclusiones, se estima que los acuerdos de París (+1,5º  en el 2.050) van a ser rebasados muy ampliamente.

A ello debemos sumar otra serie de factores: se están derritiendo grandes masas de hielo que han permanecido congeladas durante miles de años, eso está provocando cambios que a día de hoy son imprevisibles: la influencia que tendrá sobre las corrientes atlánticas que forman parte de la regulación atmosférica; bajo el permafrost existen elementos químicos y biológicos desconocidos para todos nosotros como el gas metano (que a corto plazo tiene un efecto invernadero superior al CO2) o una cantidad desconocida de gérmenes vivos como nuevos virus; la extinción de numerosas especies (insectos, artrópodos, aves, mamíferos, así como las algas marinas, la deforestación, etc) tendrán repercusiones sobre todos los ecosistemas terrestres y marítimos.

Nos enfrentamos a gravísimos problemas sociales derivados de esta situación.  Los costes humanos y económicos no son cuantificables en estos momentos, pero el Instituto Global de McKinsey estima que la transición energética entre 2.025 y 2.050 tendría un coste de 275 billones de dólares, es decir, un 9,2% del PIB mundial al año. Pero la factura de una hipotética descarbonización podría ser aún mayor, entre un 20 y 25% del PIB de los países más ricos del mundo. China, que en estos momentos se encuentra inmersa en ese proceso, es un escaparate para todo el mundo. (30)

La descarbonización total de la economía capitalista mundial plantea retos, a nuestro entender, insuperables o, al menos, en los plazos planteados por la ONU. El informe de “World Energy Outlook” (publicado por la Agencia Internacional de la Energía) dice: “Las emisiones de CO2 alcanzarán su punto máximo en el año 2.025 y la demanda de combustibles fósiles alcanzará el máximo en el año 2.030, el consumo de carbón disminuirá (aunque seguirá al nivel del 2.023) y la demanda de petróleo y gas natural solo experimentarán cambios marginales en 2.050, con un consumo de petróleo rondando los 4.000 millones de toneladas anuales y un consumo de gas natural aumentando los 4 billones de metros cúbicos”. (31)

Este es un estudio puramente cuantitativo, pero habría que entrar en otro tipo de consideraciones que, en el presente trabajo no podemos abordar en profundidad. En nuestra opinión el régimen de acumulación capitalista, desde los orígenes de la revolución industrial hasta hoy, está íntimamente soldado a las energías fósiles.

Un cambio de paradigma energético, sólo es posible en la medida que el capitalismo consiga -por lo menos- mantener la rentabilidad de sus negocios con otras energías. Hoy ese objetivo está muy lejos. Los planes de transición energética están subvencionados por las instituciones estatales. El ejemplo, una vez más es China, la velocidad con que está poniendo en práctica algunas medidas (coches eléctricos, paneles solares, parques eólicos, etc.), tienen que ver con la intervención directa del Estado, tanto en la planificación, en la compra de recursos (hierro, petróleo, oro y gas), como el apoyo al capital privado (subvenciones y aranceles).

Otro tema aún más puntiagudo es que la mayoría del transporte y la producción mundial se mueven por energías fósiles que son insustituibles. El capitalismo está muy lejos de encontrar una solución para mover el transporte transoceánico de buques de contenedores o aviones (ya no digamos de la industria de armas), con energía que no sean los derivados del petróleo.

Las justísimas demandas de los movimientos ecologistas tienen que contemplar que una descarbonización inmediata dejaría a la mayoría de las sociedades en condiciones tan precarias como las que tenía la humanidad antes del siglo XVIII (con el agravante de que la civilización actual no puede desandar de las grandes urbes al campo). El problema no se soluciona con propuestas como retornar a la “madre naturaleza”. Eso es un planteamiento oweniano (32). Hay que intentar ofrecer alternativas a una civilización compleja donde la cuestión demográfica es tan fundamental como condicionante.

La descomposición y caída del Imperio Romano afectó a unos 56 millones de ciudadanas y ciudadanos, es decir, una población un poco mayor a la de la España actual. El impacto histórico de ese proceso todavía es motivo de grandes debates y estudios (33). Algunos historiadores llegaron a la conclusión de que el Imperio sufrió una triple crisis: un enfriamiento de las temperaturas con relación al período del Óptimo Climático (150 a. d C. hasta el 250 d. C) que arruinó la agricultura; la incidencia de las enfermedades como la epidemia por la Yersinia Pestis (plaga de Justiniano entre el 541 y 542 d.C) que diezmó a la población y a las legiones romanas; y las oleadas migratorias de Oriente que empujaron a los grandes ejércitos a combatir en las mismas fronteras del Imperio.

Para que seamos conscientes de las dificultades de las sociedades modernas del siglo XXI, nuestra civilización capitalista ha superado ya los 8.000 millones de personas. Dependemos completamente del desarrollo tecnológico y además somos adictos a un consumo gigantesco e insostenible de energías de todo tipo. La complejidad con la que funciona nuestra civilización plantea problemas que no tenían los movimientos anticapitalistas hace, ya no digamos las sociedades antiguas, sino las sociedades modernas de hace cincuenta años. A esto se suma que vivimos en un ciclo político de grandes convulsiones políticas y militares.

Reflexiones finales

Hace algo más de cuarenta años, el historiador y activista E.P. Thompson, refiriéndose a la lucha en Europa a favor del desarme nuclear, escribió: “El movimiento en favor de la paz se fundamenta en la más simple de las premisas. en la defensa de la civilización, en la defensa de la ecosfera, en el imperativo ecológico humano”. (34) Esas palabras hoy resuenan tan actuales como antaño.

Afrontar la lucha contra el cambio climático es, seguramente, la tarea más importante que tenemos en el próximo cuarto de siglo; porque afectará a la salud, al bienestar, al trabajo, a la economía mundial.  Todas nuestras vidas van a cambiar porque las condiciones del clima y los fenómenos extremos que se vivirán, forzarán a los gobiernos a tomar medidas y las poblaciones, tarde o temprano, reaccionarán a esas nuevas circunstancias. El futuro de las próximas generaciones está hipotecado por la crisis ecológica y social.

Hay que exigir a los gobiernos que en los próximos 25 años se afronte la descarbonización de las economías, la transformación de las ciudades para que no sigan siendo islas de calor, el crecimiento demográfico, la adecuación de las condiciones laborales, la disminución de la jornada laboral, la prevención de las enfermedades y la universalización de las vacunas, la planificación de los recursos, la gratuidad de los transportes públicos, la racionalización del turismo, la disminución del uso de aviones y buques (incluido en el comercio mundial), la deforestación, el paulatino desmantelamiento de la agroindustria, la protección a la biodiversidad, planes de apoyo a los refugiados climáticos o a causa de los conflictos armados, un plan urgente para acabar con el 15% de la malnutrición en el mundo, apoyar la lucha de las mujeres contra la violencia y la desigualdad social, etc, etc.

Terminar con esa lacra que afecta a nuestras vidas y a los ecosistemas, no será posible sin abolir el sistema capitalista. Pero resignarse o renunciar a luchar por medidas más progresivas es un error. Hay quien dijo que unas décimas de calentamiento son importantes. Si queremos que la lucha por los recursos naturales o energéticos no enfrenten a las poblaciones entre sí, sino a éstas con los poderes económicos o políticos, es necesaria una perspectiva igualitaria y democrática tanto desde la óptica ecológica como social.

A lo largo de este trabajo hemos querido demostrar que el capitalismo no morirá de muerte natural. Nada es eterno, ni siquiera el sol que nos emite tanta energía. La estrella que nos lleva alumbrando unos 4.500 millones de años terminará por extinguirse probablemente dentro de unos 5.000 millones. Por supuesto, no estará nuestra especie para verlo. El capitalismo tampoco es eterno, pero sería bueno reconocer que no por anunciar su derrumbe se acabará antes la pesadilla.

Muchos marxistas pensaron y lo siguen haciendo, que hay un límite endógeno en el desarrollo del capitalismo. En alguna ocasión, K. Marx, pudo dar a entender que esto era así. Rosa Luxemburgo formuló la teoría de los límites de la acumulación capitalista. Otros marxistas hablaron acerca de que el desarrollo de las fuerzas productivas había llegado a su fin. Como hemos visto aquí, excelentes economistas marxistas piensan que el capitalismo está estancado desde los años setenta. Son opiniones que no compartimos. Pero el debate está ahí y seguirá los próximos años.

Nosotros hemos defendido aquí que las crisis recurrentes en el capitalismo (sobreproducción) se tienden a equilibrar cuando se destruyen cantidades ingentes de capital productivo y se expulsa del proceso a millones de trabajadoras y trabajadores. Creemos que no se ha demostrado que el capitalismo tenga límites internos a su desarrollo y la valorización del valor sigue siendo el objetivo del capital.

Sin embargo, desde hace algo más de cincuenta años, se ha consolidado la teoría de los límites biofísicos del desarrollo capitalista. Esta teoría que ha sido la base del ecologismo actual tuvo como principal impulsor al economista rumano Georgescu Roegen (35). Éste, aplicó los principios de la termodinámica (la segunda ley o ley de la entropía), donde defiende que la naturaleza es nuestra única fuente en la producción. La humanidad vive de la naturaleza y lo que hacemos es devolver nuestros residuos a ella. Al hacerlo provocamos la degradación medioambiental y vamos acabando con unos recursos que no se repondrán en millones de años.

Este proceso de degradación y consumo de recursos es lo que estamos viviendo en estos momentos. El debate es qué va a pasar en las próximas décadas. En nuestra opinión se ha abierto un tiempo de incertidumbre. Preferimos este término a otros que nos hablan de un futuro distópico, porque como dijo Donella Meadows:

“Los sistemas que se organizan de forma autónoma, los sistemas no lineales, sometidos a procesos de retroalimentación, son intrínsecamente impredecibles. No se pueden controlar… Nunca llegaremos a entender el mundo por completo, no de la manera reduccionista que nuestra ciencia nos ha hecho creer. Nuestra ciencia desde la física cuántica a la teoría matemática del caos nos lleva a una incertidumbre irreductible… No podemos encontrar una relación sostenible con la naturaleza, entre nosotros ni con las instituciones que creamos, si intentamos hacerlo desde el papel del conquistador omnisciente“(36).

8/01/2025

Jesús Jaén Urueña

Bibliografía citada

1.- E. Mandel. El capitalismo tardío, pp 38. ERA México (1.972). Ha sido reeditado en septiembre del año 2.023 por Viento Sur, Sylone y Verso.

2.- Michael Roberts. Viento Sur. (21/07/2023) y el libro La larga depresión. Viejo Topo (2.016)

3.- Robert Brenner. La economía de la turbulencia global. (AKAL 2.006).

4.- Henryk Grossman. La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista, pp 83. Siglo XXI, México (1.976), citado por Rolando Astarita. “La tesis de las crisis por la escasez de plusvalía”. Blog de R.A. (23/07/2.020).

5.- Paul Mattick. Crisis económica y teoría de las crisis. Editorial Maia (febrero 2.013).

6.- Lucio Colletti. El marxismo y el derrumbe del capitalismo. Siglo XXI México (1.985).

7.- Shet Ackerman. “La teoría no rentable del estancamiento global de Brenner”. Jacobin (9/12/2023)

8.- En la web Sin Permiso entre el 3 y 20 de diciembre hay varios documentos donde Roberts y Astarita debaten sobre el estancamiento crónico y la ley de la caída decreciente de la tasa de ganancia.

9.- Robert Kurz fue fundador de la revista marxista alemana Krisis. A. Jappe hoy es el representante más importante de las teorías del grupo. Más conocidos también como la teoría sobre “la crítica al valor”.

10.- León Trotsky. Programa de Transición (1.938). Marxists Internet Archives (2.003).

11.- Karl Marx. Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política (1859). Obras escogidas de Marx y Engels. Akal (1.974)

12.- Jhon Bellamy Foster. La ecología de Marx. Viejo Topo (2.004) y Kohei Saito. La naturaleza contra el capital. Bellaterra (2.022).

13.- Los datos están sacados de la OMS.

14.- Vaclav Smil. Cómo funciona el mundo, pp. 60. Debate (2.022)

15.- Informe Bankinter (3/09/2.024).

16.- Invente Statista Research Department . Agosto 2.024).

17.- International Labour Organization. (14/12/2.021)

18.- Vaclav Smil. Energía y Civilización. Una historia. Arpa (2.018)

19.- Idem. pp 159

20.- Idem. pp 427

21.- “Índice de Productividad por hora trabajada. Ranking de países.” Fundación Civismo. (4/04/2.023).

22.- Rosa Fernández. Statista. (23/02/2.023).

23.- El Salto. (28/02/2.023). Denuncia de Greenpeace.

24.- Statista. (5/08/2.024).

25.- Diario El País. (2/02/2024).

26.- Sara Plaza. El Salto. (28/02/2.023).

27.- FiercePharma. “International Society of Drug Bulletins.” (7/07/2.024).

28.- V. Smil. 2.050. Por qué un mundo sin emisiones es casi imposible. Arpa. Noviembre 2.024.

29.- Idem. pp 19 a la 25. Capítulo I . “El carbono en la Biosfera.”

30.- Idem. pp 62 y 63. Capítulo VI. “Costes, política y demanda.”

31.- Idem. pp 69 y 70. Capítulo VII. “Realidades frente a deseos.”

32.- Robert Owen fue un empresario filántropo caracterizado por Marx y Engels como parte de la corriente socialista utópica. Owen fundó colonias donde llevar a cabo sus tesis socialistas pero acabó arruinado.

33.- Kyle Harper. El fatal destino de Roma. Crítica (2.019). El autor presenta la tesis de que la caída del Imperio romano fue una mezcla de influencias de un cambio climático y el aumento de epidemias como la peste. Peter Hearter. La caída del Imperio romano. Crítica (2.006) plantea otra hipótesis vinculada con las invasiones de los pueblos bárbaros.

34.- E.P. Thompson. Opción cero. Crítica (1.982). pp 12.

35.- Nicolás Georgescu Roegen. La ley de la entropía y el proceso económico. Visor y Fundación Argentaria (1.996).

36.- Donella Meadows. Pensar en sistemas. Capitán Swing (2.008).

Información adicional

Un debate sobre el capitalismo
Autor/a: Jesús Jaén Urueña
País:
Región:
Fuente: Viento Sur

Leave a Reply

Your email address will not be published.