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Capitalismo y pesimismo

El principal problema de salud pública en el mundo actual es la salud mental. El gran secreto de las sociedades capitalistas de diversa índole y diferente grado de desarrollo es la alta tasa de suicidios. Suicidios en todas las edades y condiciones. El capitalismo vive sobre la base de una creciente generación de suicidios, muertes, y desasosiego existencial. Como ha sostenido con acierto S. Sassen: el capitalismo corporativo ya no necesita matar a la gente: sencillamente la deja morir. Hoy cabe hablar, legítimamente, de violencia necropolítica. El concepto ha sido desarrollado de manera singular por A. Mbembe, un importante filósofo de origen camerunés.

 

Ya en su momento, en un marco diferente, Z. Bauman sostenía con lucidez que la forma de control político sobre la sociedad consiste en el agenciamiento y control de miedo, incertidumbre y desasosiego: miedo a la gripa aviar, a la gripa de las vacas locas, miedo al desempleo, miedo a la enfermedad, miedo a la soledad, en fin, miedo al miedo, por ejemplo.

 

En un texto ya clásico, G. Deleuze y F. Guattari (1972) escribieron un texto contundente: Capitalismo y esquizofrenia, en el que logran demostrar que el capitalismo conduce desde sí mismo a la esquizofrenia humana: el más indolente de todos los modos de producción y de las formas de vida y pensamiento.

 

Pues bien, si se combinan los dos elementos mencionados, es evidente que el capitalismo, como sistema político, como sistema social, como doctrina económica o bien como filosofía liberal, y que hoy en día se dice propiamente como capitalismo corporativo es la mejor expresión del capital: esto es, mercantilización de la vida y la sociedad, desconocimiento e ignorancia de la vida, indiferencia e indolencia ante la existencia humana. El resultado es un galopante pesimismo, estratégicamente producido y estratégicamente agenciado en todos los órdenes de la sociedad.

 

Sin moralizar, el alcoholismo y la drogadicción de todo tipo son galopantes y ubicuos en todos los estratos y clases sociales. Y los problemas de salud mental son verdaderamente alarmantes. Depresión, insatisfacción con el trabajo, con la familia, consigo mismos, con el propio cuerpo; inseguridad e indefensión, fragilidad y el sentido de que “nadie es necesario”; ataques de ira momentáneos y descontrolados, y ataques de violencia en muchas expresiones; en fin, la agudización del vacío de la existencia, y el aumento de formas de patologías mentales son preocupantes y crecientes.

 

Puntualmente dicho, la depresión es una enfermedad crónica y recurrente. Sobreviene en asaltos instantáneos o en períodos largos, y sus desenlaces son esencialmente imprevisibles. En numerosas ocasiones, la depresión desemboca en mutismo selectivo, en trastornos de identidad disociativa, y en numerosas ocasiones en suicidio. Es evidente que, por otra parte la esquizofrenia tiene causas biológicas en el cerebro, pero siempre situaciones existenciales, situaciones vivenciales las que gatillan la esquizofrenia, los trastornos obsesivos compulsivos, en fin, la ansiedad, el trastorno bipolar, la psicopatía.

 

Sin ambages, el capitalismo es una forma de vida consistente en afectar de manera sistemática y sistémica la autoestima, lo cual en muchas ocasiones se expresa o da lugar a la bulimia y la anorexia. En la escala cotidiana, por ejemplo, todos los odontólogos conocen y han tratado casos severos de bruxismo, lo cual traduce estados de nerviosismo, incluso hasta la histeria. No en última instancia, hay que mencionar siempre trastornos esquizotípicos, comportamientos histriónicos y narcisistas.

 

La pobreza y el desempleo; el acoso laboral y la penurias económicas, las deudas y los bajos desempeños estudiantiles o laborales constituyen siempre fenómenos que gatillan pesimismo, en toda la línea de la palabra. El capitalismo sólo sabe de sí mismo: eficiencia, eficacia, crecimiento, rendimientos crecientes, ganancias y consumo. Todo lo demás es simplemente un medio o instrumento para esos fines.

 

Constituye toda una epopeya superar el pesimismo, alcanzar la paz personal y social, y conocer la alegría, la esperanza y la felicidad. La sociología y la antropología enseñan que la existencia puede ser bien llevadera y hasta armónica gracias esencialmente al resorte familiar y social: los familiares, los amigos, los vecinos, la solidaridad, la buena disposición y ayuda –todos los cuales son actos esencialmente gratuitos. Mientras que el capital es interesado, literalmente, la solidaridad, la amistad y el amor son gratuitos y desinteresados. Sin la menor duda, aquí se encuentran las semillas para superar al capitalismo y derrotarlo. Pero esto supone otras consideraciones de más largo alcance y calibre.

 

El sistema capitalista es un generador permanente de trastornos de personalidad, y es una lucha titánica por parte de individuos y grupos sociales, lograr superponerse a dichos trastornos, que son esencialmente disociativos social y emocionalmente hablando.

 

Vivir para trabajar, definir la vida por el trabajo, y trabajar para pagar deudas, no es, en absoluto una forma de existencia gratificante y digna. Y sin embargo, es el tipo de vida de la mayoría de los seres humanos bajo el sistema capitalista. El núcleo económico del capitalismo es esa forma de existencia de: vida hoy y pague mañana, incluso con la incertidumbre y el miedo a no poder pagar hoy o mañana las deudas adquiridas ayer. Con lo cual las gentes terminan enfermándose, literalmente.

 

Todo lo demás es lo de menos: “exuberancia racional” o “irracional” del modelo económico, la visión de las crisis como oportunidades (horribile dictum!), capitalismo con rostro humano, por ejemplo.

 

Recientemente, N. Klein logró un fantástico estudio acerca del verdadero rostro del capitalismo: la doctrina de shock, o mucho mejor, el capitalismo del desastre. El capitalismo vive de los desastres naturales y emocionales, de las crisis existenciales a gran escala, de las catástrofes y las penurias humanas: y se alimenta a sí misma, sin ver, en absoluto, víctimas y seres humanos, vida, animales, plantas y naturaleza.

 

De esta suerte, capital, mercancía, cosificación, se combinan perfectamente en su resultado: indolencia, indiferencia, inequidad, impunidad, desastre. Sin editorializar: el capitalismo sólo puede ser superado con enormes dosis de optimismo, alegría, sueños, imaginación y acciones compartidas. El pesimismo no es inevitable.

Información adicional

Autor/a: CARLOS EDUARDO MALDONADO
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