Evocar un salón de clase hoy compromete a un número de sujetos diversos, con historias y saberes que en muchos casos son compartidos y otros tantos parten de la historia personal, familiar y cultural propia.
La escuela, como reflejo de la sociedad, nos permite reconocer dentro de sus espacios de aprendizaje y socialización la diversidad existente en los sujetos que hacen parte de ella, a la vez que evidencia la realidad nacional, en tanto personas a las cuales se le han vulnerado sus derechos y han sido desplazadas a nuevos territorios convergen hoy en las diferentes escuelas del país.

La educación está llamada hoy a salir de la homogeneización de sujetos. Ella no es un espacio de sujetos iguales que ingresan a un espacio homogéneo y de homogeneización; por el contrario, las instituciones educativas albergan en sus aulas el reflejo de una sociedad diversa, en donde la diferencia es la principal característica.
Si en 1936 el ingreso de la mujer a la educación superior marcó un cambio significativo en la historia de la educación y de la lucha de las mujeres por su espacio en la sociedad, la escuela actual refleja otras luchas y movilizaciones sociales que aquellas comunidades y sujetos han alcanzado en pro de ese llamado derecho por la educación, y en esa búsqueda por la equidad y resignificación social.
La actual escuela se enmarca en la diversidad cultural y étnica, enunciando resistencias de conservación de la identidad, con el proyecto de etnoeducación asumido y vivido por las diferentes representaciones étnicas existentes en el país, la cátedra de estudios afrocolombianos, los proyectos educativos comunales afro y la educación propia, descrita y luchada por las comunidades indígenas y ancestrales de nuestros territorios.
En esta escuela convergen sujetos en condición de discapacidad1, personas con capacidades y talentos excepcionales y aquellos hoy denominados con Barreras para el Aprendizaje y la Participación2. Un espacio de socialización donde coinciden las diferentes identidades sexuales, creencias religiosas, entre otras. Pero también una escuela que, como mencionamos anteriormente, refleja la realidad social a la que hoy asistimos. En tal sentido, la escuela, sobre todo la de las diferentes capitales del país, reúne a población que fue desplazada3 de sus hogares y territorios, niñez trabajadora.
Para darle paso a esta diversidad en la escuela, para poder hablar de inclusión educativa, se hace necesaria la transformación de la escuela, transformación que se hace en algunos casos más evidente que en otros, pero que sin duda se viene dando desde la política educativa –muchas veces controversial, así como alejada de la realidad–, y por acciones representativas de maestras y maestros, desde experiencias y vivencias de actores de la escuela que la piensan y viven desde el encuentro con el otro y la construcción de saberes e identidades a partir de lo vivido.
Queremos presentar dos experiencias que hacen parte de este camino hacia una escuela diversa: la experiencia de las maestras de la escuela de la inclusión, en el marco de la Expedición Pedagógica Medellín y la de la Comisión de Inclusión Educativa y Escuela diversa de la Movilización Social por la Educación –Mesa Bogotá. Son experiencias en un ejercicio de diálogo que se han encontrado a través del viaje expedicionario, en el cual compartir y construir saber a partir del encuentro es un paso hacia la transformación de la escuela.
Este encuentro de experiencias manifiesta las voces de maestras y maestros de dos territorios que intentan –desde espacios y experiencias diversas y particulares– discursos y prácticas para que la escuela sea un espacio no sólo amable sino asimismo un espacio de vida, de socialización y de encuentro de saberes, experiencias y vivencias, en torno a la identidad y el respeto por el ‘otro’.
Escuelas y maestras de la inclusión
Las maestras expedicionarias en la ciudad de Medellín nos representamos como personajes silenciosos que desde un ejercicio de reflexión en colectivo, que llamamos escuela expedicionaria, acudimos desde hace más de 10 años al llamado a formar parte de una nueva expresión del movimiento pedagógico, donde la mirada, la sistematización de experiencias, la producción de saber en colectivo, restituyen nuestra voz y componen la otra mochila de trabajo docente. Somos maestras aportantes al movimiento de saber sobre la escuela desde un ejercicio de resistencia propositiva, ejercicio que surge como una nueva manera de hacer escuela, un quehacer ante las dinámicas actuales en que se es maestro. Tales ejercicios los llamamos circuitos pedagógicos4, nuestros momentos de encuentro y conversación en torno a las prácticas pedagógicas vividas.
Como maestras, emprendemos viajes físicos y simbólicos, desplazándonos en travesía desde la intimidad del aula y hacia ella misma, pasando por la diversidad de emergentes que surgen en una escuela que no invisibiliza la ciudad y sus problemáticas, y desde la cual se hace necesario el ejercicio docente de otras maneras. Una de estas formas ha sido la de ser lectoras de nuestros contextos y prácticas, convirtiéndolos en experiencias válidas. De estos viajes, encuentros, travesías, lecturas y circuitos, surge nuestra emergencia de participar en ese otro modo de hacer escuela, que denominamos escuela de la inclusión. Es una escuela que va más allá de reconocer y sobrediagnosticar las problemáticas de la sociedad, y entra en pugna desde los territorios a la lógica segregadora a la que se ven avocados en los espacios escolares.
Algunas experiencias que evidencian la escuela de la inclusión son: el proyecto de desplazamiento forzado, en la Institución Educativa Joaquín Vallejo Arbeláez; los recorridos urbanos –como pequeñas expediciones de estudiantes de primaria– en la IE Vallejuelos, y el proyecto Exploradores Tambo Tambó, experiencia desde y para el redescubrimiento cultural (proyecto de etnoeducación). Tales experiencias buscan desde tres espacios y tres realidades diferentes reconocer la diversidad y trabajar a partir de ella en espacios de comunicación, con la comunidad educativa y con la comunidad de los estudiantes, es decir, con el entorno de la institución, con prácticas en las cuales el diálogo de saberes es la base. Sin duda, una expedición no solamente por quienes son parte del espacio de expedición pedagógica sino también por los estudiantes a quienes acompañamos.
Miradas y propuestas para la escuela diversa
La segunda voz o experiencia la describimos desde Bogotá, desde la Mesa de Movilización Social por la Educación, donde desde hace dos años se piensa la educación en otra forma; una educación en la cual el reconocimiento de la diversidad sea la base de construcción de alternativas pedagógicas que trasciendan el modelo actual, es decir, en las que los Proyectos Educativos Pedagógicos Alternativos (PEPAs)5 se cimienten desde el diálogo de saberes de quienes están en la escuela, y en que estos diálogos y estas pedagogías enuncien una sociedad llena de identidades otras que enriquezcan las prácticas y los saberes dentro de la interacción y la socialización en la escuela.
Este camino de reconocimiento y búsquedas lo iniciamos con el análisis del discurso de las políticas educativas que se han expedido en el país para la “atención educativa” a personas en condición de discapacidad6, evidenciando contradicciones conceptuales y de aplicación en ellas. Ese ejercicio nos introdujo en la búsqueda de experiencias en Bogotá que evidencian lo propuesto por las normativas, pero, más aun, propuestas de docentes que desde la educación a las personas con Barreras para el Aprendizaje y la participación enuncian las posibilidades de hacer pedagogía y trascender a espacios de diálogo y práctica en que la escuela se convierte no en un espacio de socialización cualquiera sino en un lugar de saberes y encuentros.
Así, hoy evidenciamos la forma integrada como deben actuar la cultura, la política y las prácticas educativas para lograr una educación en y para la diversidad, por lo cual la generación de culturas inclusivas es el objetivo que hoy nos convoca y queremos convocar, para que nos acompañemos en este viaje de experiencias y saberes en el que sea posible la sociedad sin discriminación.
Exponemos este encuentro de saberes como una forma de invitarlos, a ustedes, actores sociales, maestros y en sí todos, sujetos de esta diversidad, a hacer parte de un camino de construcción social y de una escuela en que todos tengamos un lugar de identidad, socialización y acción.
* Beatriz Borja, Margarita Núñez y Zavil Palacios.
** Tatiana Cortés Buitrago.
1 En 2008, del total de 831.000 niños que asisten a preescolar, cerca de 8.000 están en situación de discapacidad. http://www.educacioncompromisodetodos.org/scripts/publicaciones.php?idPub=273.
2 La concepción de sujetos con barreras para el aprendizaje y la participación involucra sujetos con discapacidad, mas no todos, así como sujetos con trastornos de aprendizaje y comportamiento.
3 El 51 por ciento de los jóvenes desplazados internos asisten a la escuela secundaria, en comparación con el 63 por ciento de los jóvenes no desplazados. La proporción de jóvenes desplazados que todavía está en la escuela primaria en edades de 12 a 15 es casi el doble que para los no desplazados, lo que lleva a una incorporación más tardía, más repitencia y deserción escolar (Ferris y Winthrop, 2010). El hecho de que los afrocolombianos e indígenas se vean más afectados por el desplazamiento aumenta las disparidades nacionales de educación. http://www.pnud.org.co/sitio.shtml?apc=i1—–&x=64116.
4 Circuitos pedagógicos: http://escuelaexpedicionariamed.blogspot.com/.
5 El proyecto educativo y pedagógico alternativo, como proyecto social, cultural y político, debe nacer de las comunidades para la solución alternativa de sus necesidades. http://planetapaz.org/index.php?option=com_docman&task=cat_view&gid=27&Itemid=14.
6 Ver Educación y Cultura, Fecode, número 90, sección actualidad.
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