Vulnerabilidad del país frente a la crisis.
Son varios los factores que pesan en la economía ecuatoriana. Sin pretender agotar el tema, aquí se detallan algunos elementos de mayor relevancia.
a) La dolarización, como amenaza para la economía
El Ecuador perdió en enero del año 2000, de manera irresponsable, varios miembros importantes de política macroeconómica: la política monetaria y la cambiaria.
Tengamos presente que la dolarización fue impuesta, sin preparación alguna y sin permitir ningún debate, durante uno de los gobiernos más corruptos de la historia ecuatoriana.
Tras nueve años de dolarización los resultados han sido deficientes. No ha habido una sostenida reactivación productiva. La generación de empleo es incipiente. La inflación, exacerbada últimamente por efecto de los elevados precios de los alimentos a nivel mundial, sigue siendo una tarea por resolver; recuérdese, además, que la reducción de la inflación, hasta llegar a un dígito, se tomo cinco largos y costosos años. No se ha producido una diversificación de las exportaciones; la economía ecuatoriana continúa dependiente del petróleo y de los mismos pocos productos agrícolas tradicionales. Las escasas mejoras de la competitividad se explican más por la depreciación del dólar en los últimos años.
La equidad social mejoró poco. La pobreza se redujo, gracias a las cuantiosas remesas de la emigración, así como a algunas políticas sociales de los últimos dos años, en especial. En suma, lo que se ha avanzado con dolarización es muy limitado, más todavía si consideramos los importantes ingresos de divisas registrados desde que se sacrificó la moneda nacional.
Ahora, en medio de la crisis internacional, la dolarización podría convertirse en un dogal para la economía. En una economía con una rigidez cambiaria como la dolarización, el ajuste coyuntural frente un déficit de balanza de pagos no puede enfrentarse, al menos en el corto plazo, con una devaluación, como lo están haciendo Colombia y Perú. Por eso Ecuador optó por imponer medidas de tipo arancelario y para arancelario.
La evolución de la cotización del dólar es otro asunto de mucho cuidado, sobre todo por las tendencias a una apreciación del dólar. El dólar que se mantuvo deprimido en relación al euro o al yen, por ejemplo, se fortaleció en los últimos meses. Esto afecta negativamente a las exportaciones. Por un lado alienta las importaciones, por cuanto las abarata, pero, por otro lado, encarece las exportaciones.
b) Excesiva dependencia de los ingresos petroleros
La profusión de recursos naturales de que dispone Ecuador, particularmente de petróleo, tiende, entre muchos otros procesos endógenos de carácter patológico que acompañan al modelo primario-exportador, a distorsionar la estructura y la asignación de sus recursos económicos, redistribuye regresivamente su ingreso nacional y concentra su riqueza en pocas manos, mientras se generaliza la pobreza. Esta realidad ha dado paso a crisis económicas recurrentes, al tiempo que ha consolidado mentalidades “rentistas”, ha profundizado la débil y escasa institucionalidad, alentando la corrupción y deteriorando el medio ambiente. Las prácticas clientelares en lo social están a la orden del día.
Como es evidente, todo ello ha contribuido a debilitar la gobernabilidad democrática, en tanto termina estableciendo o facilita prácticas autoritarias, voraces y clientelares. En efecto, Ecuador, como (casi) todos países que han priorizado su economía en base a la extracción de recursos primarios, sobre todo petroleros y mineros, no se ha caracterizado como ejemplo de democracia.
c) Factores estructurales
Si bien no se puede esperar que los problemas estructurales sean resueltos inmediatamente, estos no pueden ser marginados. Leer la crisis global actual desconociendo la crisis que arrastra el país desde hace rato sería un grave error, incluso para enfrentar adecuadamente la actual crisis. Por eso no se trata simplemente de enfrentar la crisis minimizando los costos sociales, algo por lo demás indispensable.
El país debería tener la capacidad para que las respuestas de corto plazo se enmarquen en una estrategia de largo aliento para dar respuestas estructurales a los retos del subdesarrollo o que, al menos, no contribuyan a agudizar las dificultades tradicionales.
Estos principales retos estructurales son:
– La debilidad y fragilidad del mercado interno, causada por las enormes desigualdades en la distribución de la riqueza y del ingreso.
– La presencia de sistemas de producción atrasados.
– La persistencia de un esquema bicentralista que promueve la concentración de los recursos públicos y privados en las dos grandes metrópolis (Guayaquil y Quito).
– Los escasos encadenamientos de producción y consumo; así como la reducida vinculación sectorial, en particular de la agricultura con la industria y de las actividades de exportación con el resto de la economía.
– La elevada propensión marginal a importar tanto maquinarias, equipos y materias primas, como bienes de consumo duradero y no duradero, consecuencia de la histórica dependencia externa, tanto tecnológica como cultural. Esto se exacerbó con el aperturismo y la misma dolarización.
– Los todavía limitados controles y normas sobre un aparato financiero ineficiente.
– La constante ineficiencia del sector privado, así como la falta de impulso y capacidad innovadora de un amplio segmento empresarial rentista.
– El mal manejo administrativo del Estado y una gran cantidad de ineficiencias acumuladas.
De lo anterior, se evidencia, cada vez más, la necesidad de un cambio en la estructura productiva del país, fomentando la diversificación de la actividad económica, apoyando a la industria manufacturera, agroindustria y servicios como el turismo.
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