Desde la creación de Colciencias en 1991, en el marco de la Constitución de ese año, todos los gobiernos han desatendido sistemáticamente las solicitudes de las comunidades académica y científica. Jamás la inversión en ciencia y tecnología ha sido la que piden los investigadores, para que Colombia se sitúe al nivel de Chile o de Corea del Sur, por ejemplo. Los planes y acciones son siempre mínimos. Después de la creación del Ministerio –Minciencias– y con la llegada del gobierno del cambio, todo sigue igual.
En materia de presupuesto, se ha estudiado suficientemente alrededor del mundo que los países que invierten por lo menos 1 por ciento del PIB en ciencia, tecnología e innovación tienen más y mejores oportunidades de desarrollo; esto es, de desarrollo humano y social. En otras palabras, las condiciones de calidad de vida son mejores, disminuyendo la pobreza, los índices de enfermedad, la precariedad de las vías públicas, en fin, los sistemas educativos; no en última instancia, incluso los sistemas de recreación, deportes y de cultura. Colombia jamás ha alcanzado ni siquiera el 0.5 por ciento del PIB. Para el 2024 dedica apenas 0.4 por ciento del presupuesto General de la Nación.
Es una constante indolencia que no toma en cuenta las numerosas propuestas, diálogos, reflexiones por parte de la comunidad científica. El gobierno del cambio que lidera Gustavo Petro, a la fecha, no ha hecho nada diferente a todos los gobiernos anteriores, desde 1991.
En lugar de la ciencia y la tecnología en el Plan de Gobierno
No sin buenas razones, el eje central del gobierno de Petro gira en torno a la paz y la equidad. Paz Total, la ha denominado. Significativamente, el presupuesto social ha visto un incremento importante, y por primera vez en la historia de Colombia, el presupuesto social supera (con mucho) al de seguridad y defensa, que fue, siempre, el sector tradicionalmente más favorecido. Vale observar, de manera puntual que el sector inteligencia tiene para el año 2024 un aumento del 0 por ciento.
El presupuesto social comprende inversión en vivienda, salud, educación, y equidad; éste último factor tiene que ver con la creación recientemente del Ministerio de Igualdad y Equidad.
Vale recordar que cuando se creó el Ministerio de Ciencia y Tecnología –y se hizo la transición de Colciencias a Minciencias–, éste se creó con presupuesto cero. Es decir, el presupuesto asignado era estrictamente el de funcionamiento. Esto es importante.
Colombia jamás ha tenido una política de ciencia y tecnología –digamos, de manera más amplia, de ciencia, tecnología e innovación– en ninguna acepción de la palabra. Las Misiones de Ciencia y Tecnología –eufemísticamente llamadas como Misión de Sabios–, siempre han tenido sencillamente un papel simbólico; sus recomendaciones nunca han sido tenidas en cuenta para efectos de formulación de políticas públicas en ciencia y tecnología. Todo ha quedado en el papel, al final del día.
La ley de regalías ha sido objeto de numerosas consideraciones dubitativas por parte de la comunidad científica, pues es suficientemente sabido que fueron utilizadas para corrupción (= mermelada) por parte del gobierno de Iván Duque. Las becas doctorales y los apoyos a la investigación son simplemente nominales. Al respecto, sin embargo, es loable que el gobierno de Petro haya condonado, a través del Icetex, una parte muy importante de la deuda de estudiantes y egresados de programas doctorales en el país y en el exterior. Por lo demás, declaraciones, palabras, gestos y símbolos, pero nada real.
Una analogía cabe bien en este lugar. Dados los lanzamientos por parte de la URSS de Laika y Valentina Tereshkova al espacio exterior, los Estados Unidos toman la decisión estatal de lanzar una misión tripulada en unos años a la luna. En 1969 el plan se cumple. El Proyecto Genoma Humano se cierra en el año 2001 como resultado de políticas de investigación cruzadas entre el sector público y el sector privado. Una nueva era en la biología y la medicina nacía. En el año 2018 se lanza en Europa y en Estados el Proyecto Cerebro (Brain Proyect) y la Iniciativa Cerebro (Brain Initiative) dedicados a estudiar en profundidad al cerebro humano. Numerosos adelantos teóricos y tecnológicos se han logrado con un enorme impacto desde la psicología a las neurociencias, desde la educación hasta el derecho, por ejemplo. Finalmente, en el año 2018 Estados Unidos lanza un programa contra el cáncer (Cancer Moonshot) cuya finalidad exporesa consiste en eliminar el cáncer, como lo conocemos*. Numerosos otros ejemplos pueden mencionarse, también con relación a distintos países.
La analogía permite entender algunos ejemplos de políticas de ciencia y tecnología de corte nacional o estatal. Pues bien, jamás en Colombia nada semejante ha sucedido. El nuestro es un país bastante menor en investigación científica; por decir lo menos. Lo sorprendente es que ningún gobierno ha hecho jamás la lectura de estas dinámicas en el país. O bien, los asesores en el ciencia y tecnología nunca se han hecho escuchar.
Digámoslo sin ambages: una política social y de paz sin conocimiento es una política bastante truncada. Aunque diferente, varias cosas podrían decirse aquí mismo acerca del papel de la cultura.
Ciencia y tecnología con raíces culturales
El modelo imperante en Colombia ha sido desde siempre la transferencia tecnológica, en materia de tecnología, y la formación de doctores e investigadores sin un horizonte de largo alcance de aprovechamiento de la formación en capacidades. El sector privado no ha entendido para nada la importancia de los doctores –Ph.D.– en su vinculación con el sector productivo. La inmensa mayoría de los doctores (Ph.D.) trabajan en el sector académico; y unos pocos en el sector público. Los gobiernos nacionales, incluido el actual, no han logrado un diálogo a profundidad entre sectores público y privado acerca de la importancia de formar e incorporar investigadores del más alto nivel al sector productivo. Predomina una fuerte miopía, sino la ceguera, de un lado y del otro.
Tomemos una referencia cercana sobre este particular, México, que tiene una muy consolidada política estatal de apoyo a los investigadores consistente, por ejemplo, en apoyos económicos, reducción de impuestos, y varios otros incentivos lo que le ha permitido a ese país figurar entre las mejores economías del mundo –actualmente ocupa el lugar 15–. Hacia futuro, este lugar de México subirá varios niveles, de acuerdo con distintas agencias de prospectiva y planeación estadística.
No solamente sería deseable, sino imperativo que Colombia –que pretende ser una potencia regional al interior de América Latina–, observe, aprenda y desarrolle iniciativas propias a partir de ejemplos conspicuos como el antes relacionado, además de Brasil, Chile, por lo menos. Existen políticas gubernamentales y estatales de largo aliento en estos países de franco apoyo a la investigación de punta en diversas áreas del conocimiento.
Simple y llanamente, existen canales fluidos de comunicación entre agentes y actores estatales y miembros de la comunidad científica. Algo semejante no sucede en Colombia. En el mejor de los casos, las diferentes Academias cumplen simplemente un papel asesor, punto.
Colombia es ciertamente una potencia mundial de vida dada la riqueza natural, la megadiversidad, y no porque algún gobierno lo declare. Un país con un mar y un océano, seis regiones y cinco pisos climáticos, es un país con muchas posibilidades. Es necesario girar la mirada hacia arquitectura vernácula, la soberanía alimentaria a partir de mucha antropología y sociología rural, ciencia con y desde las regiones y los territorios. La verdadera innovación hunde sus raíces en la cultura, la historia y los sistemas ecológicos y humanos, no simplemente desde arriba y desde afuera.
En este particular, se encuentran en marcha desarrollos de universidades de los pueblos indígenas, una iniciativa ciertamente loable. La educación, la ciencia y la tecnología no pueden estar separadas, pero en nuestro caso las políticas, presupuestos y capacidades de un ministerio y del otro son perfectamente asimétricas. Un gobierno de equidad, paz e igualdad bien puede nivelar esta asimetría. El primer ministro que nombró Petro para este ministerio apenas sí duró ocho meses. La actual ministra, Yesenia Olaya no ha dado hasta la fecha muestras de alto vuelo político en materia de ciencia, tecnología e innovación. Habrá que esperar aún mejores noticias.
Ciertamente, las políticas públicas –en este caso, de ciencia, tecnología e innovación–, no dependen de un ministro determinado. Los equipos de gobierno deben tener la capacidad de vuelo suficiente y de autonomía para concebir, asesorarse, y formular políticas de largo alcance. Al fin y al cabo, la ciencia es una actividad y un método que se caracteriza por inversión a largo alcance, inversión de alto riesgo, e inversión a fondo perdido. Exactamente en este sentido, sería deseable que hubiera una política estatal de apoyo a inversionistas de riesgo para que contribuyan a financiar planes, programas, proyectos e iniciativas de largo alcance en materia de tecnología, innovación y ciencia.
En este sentido, la triangulación entre los ministerios de Hacienda, del Interior, Ciencia y Tecnología y Planeación Nacional debería situar en el foco a actores, fuentes, dinámicas y políticas fuertemente agresivas de apoyo decidido a los grupos de investigación. Mientras tanto, todo se va en el muy ineficiente sistema de Cvlacs, Gruplacs y otros aspectos ingenieriles cuya única función aparentemente es burocrática.
Las raíces culturales hacen igualmente referencia a la fluidez de relaciones entre inversionistas de alto riesgo, políticas de ciencia y tecnología y grupos comprometidos, de acuerdo, en cada caso, con las fortalezas de cada ciencia y disciplina, con generar y alimentar fortalezas y capacidades de innovación, en toda la línea de la palabra.
Ciencia y tecnología disruptivas
En los sistemas educativos nacionales impera un fuerte y muy extendido sistema de control. Desde arriba, ello se denomina –eufemísticamente, el sistema de aseguramiento de la calidad–; y desde abajo, el sistema de administración y de ingeniería industrial consistente en la elaboración semestral de planes de trabajo y la evaluación, igualmente semestral de los mismos. Crecientemente, en numerosas universidades, privadas y públicas, la investigación tiende a estar disciplinada. Así, en una Facultad o programa les piden a los profesores que publiquen en las revistas y áreas que estratégicamente les interesan a las rectorías y vicerrectorías, limitando la inter, trans, y multidisciplinariedad. En una palabra, los grados de libertad de la investigación. En numerosas ocasiones, los profesores e investigadores son evaluados disciplinarmente, no en términos de productividad abierta, pero de rigor.
Con la debida autonomía universitaria, el gobierno no puede permanecer al margen de estas prácticas nefastas. La administración no puede, de ninguna manera, determinar a la academia y la investigación, como es el caso actualmente. Los sistemas de gestión y administración deben estar al servicio del conocimiento; no al revés. Hay un tema de concepción de fondo del cual no se habla. Este es, manifiestamente, un tema de democracia, en toda la extensión de la palabra.
Crecientemente, de hecho, alrededor del mundo, los investigadores son evaluados en función de los índices de productividad, pero estos se miden a corto plazo; y eventualmente, a mediano plazo. El corto plazo hace referencia a un año, y el mediano a no más de tres años. Se les piden a los investigadores publicaciones en rangos determinados –Q1, Q2, y demás–, por ejemplo, lo cual genera, ya entre estudiantes de doctorado e investigadores formados un serio problema de salud mental. El tema ha sido suficientemente estudiado en la mejor literatura mundial y en los mejores escenarios médicos y de conocimiento alrededor del mundo. Los sistemas de gestión (= políticas públicas y privadas) del conocimiento (knowledge management) están enfermando a los mejores cerebros. He aquí un tema de salud pública en el sistema educativo y de investigación que para nada ha sido atendido, ciertamente no en el país. Es preciso ventilar estos aspectos y resolverlos.
El motto se denomina: capitalismo académico. Hay una amplia bibliografía y discusión al respecto. Neoliberalismo en toda la línea de la palabra. ¿Un gobierno de cambio está dispuesto a tocar estos temas al más alto nivel, pero también desde las bases?
La verdad es que el sistema de control y producción sistemática que se les impone a los investigadores está hecho, simple y llanamente, para evitar que estos piensen. Gente ocupada produciendo no reflexiona, y así se evitan críticas y cuestionamientos que conducen a acciones y cambios. La ciencia requiere, además de curiosidad y pasión, tiempo; manifiestamente, no el tiempo de los sistemas de producción industrial y comercial.
Ninguna política de ciencia, tecnología e innovación es fructífera si no les conceden libertad, no sin rigor, a los investigadores. Es un tema de cultura académica, cultura científica, que es la forma de expresar, de manera puntual= clima organizacional.
Finalmente, el país se encuentra aún muy atrasado en materia de promoción de la inter, multi y transdiciplinariedad, por decirlo de alguna manera. Los modelos de Cvlac, de Gruplac y los modelos de gestión, evaluación y promoción deben poder saber de indisciplinarización de la ciencia y la investigación. Los modelos habidos en el país hasta la fecha para nada favorecen los cruces, encuentros diálogos e interacciones activas entre diversas áreas del conocimiento.
La ciencia debe ser ante todo un acervo social y cultural. Consiguientemente, los Ministerios, por así decirlo, de Cultura, Ciencia y Educación deben articular encuentros permanentes a todos los niveles y en todas las escalas y planos, de ciencia y sociedad. La sociedad no solamente debe permearse de cultura y educación, de paz y equidad, sino, asimismo, de lo mejor de la ciencia de punta que se está haciendo en el mundo y en el país. Nada de esto se ha hecho ni se está haciendo activamente, como políticas gubernamentales. Si la investigación de punta no baja, y no se permea de mucha sociología, antropología, política social, psicología social y trabajo social, permanecerá una brecha entre una élite educada y una sociedad manipulada por los grandes medios de comunicación.
La paz, la equidad y la igualdad requieren de mucho y de muy buen conocimiento. De lo contrario, impera el sentido común, los lugares comunes, las doctrinas y la obediencia. La buena ciencia enseña a ser críticos, cuestionadores, a pedir fuentes, datos y hechos, y a descreer del palabrerío y los flujos de imágenes editadas y producidas.
Un balance tranquilo de las políticas del gobierno de Gustavo Petro pone en evidencia que la botella está semi-llena: un motivo, si cabe, de optimismo, para pensar y actuar. Contando los alrededor de tres años de gobierno que le quedan.
* Cfr. https://www.whitehouse.gov/cancermoonshot/
** Doctor en Filosofía. Profesor universitario
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