La Inteligencia Artificial en la educación

La introducción de nuevas tecnologías basadas en Inteligencia Artificial (IA) podría redefinir de manera positiva el sistema educativo, a condición de que las plataformas digitales y el conocimiento sean comprendidos como bienes comunes. 

Esto significa que los datos, las infraestructuras y su funcionamiento deben estar bajo el control y escrutinio público, democrático, plural, intercognitivo e interdisciplinario. Las tecnologías no pueden funcionar como cajas negras cuyas decisiones carecen de responsables, ni pueden ser dirigidas exclusivamente por los gobiernos y las grandes corporaciones privadas. 

En primer lugar, las instituciones educativas, aprovechando sus capacidades cognitivas, podrían realizar experimentos de desarrollo de nuevas plataformas que no se guíen por un interés puramente económico ni promuevan el simple éxito individual, sino que giren en torno a proyectos comunes orientados a incrementar la autonomía, la creatividad y a expandir nuestras capacidades singulares y colectivas. 

En segundo lugar, el funcionamiento de la IA, en la línea de propuestas como la del “enfoque constitucional”, debe estar reglada mediante procesos democráticos transparentes, que definan principios, fines y procedimientos. Son la comunidad académica y la sociedad en general, en su pluralidad inherente, las que deben decidir qué automatizar y qué puede estar sujeto al aprendizaje profundo maquínico.  

En tercer lugar, el desarrollo de las tecnologías debe evaluarse permanentemente en función de su compatibilidad con los límites biofísicos planetarios. Considerando el alto consumo energético de los sistemas basados en IA, no es viable caminar hacia futuros que se presentan como ineluctables simplemente confiando en que, como si se tratara de fuerzas suprahumanas, las propias tecnologías hallen formas de superar sus impasses.

Dicho lo anterior, el campo de acción asociado a la introducción de la IA en la educación es rico en posibilidades. Podríamos pensar en la implementación de sistemas, como los chatbots, encargados de solucionar inquietudes habituales, especialmente las relacionadas con asuntos procedimentales. 

Otros sistemas podrían ayudar a aligerar las tareas burocráticas de los docentes e incluso llevar registros, respetuosos de la privacidad y consensuados, acerca de los logros, las dificultades y el desempeño del estudiantado. También es posible vislumbrar algunos casos de instancias de formación altamente automatizadas, en las que los docentes sirvan de mediadores y curadores de contenidos. 

De todo esto ya existen experiencias en Colombia y el mundo. Sin embargo, lo importante es que la implementación de las tecnologías no tienda a sustituir las actividades de los seres humanos, sino que las potencie, transforme positivamente y complemente. 

Automatizar algunos segmentos del proceso educativo o reducir el tiempo de trabajo burocrático y procedimental de los docentes, por ejemplo, debería significar un incremento del tiempo remunerado para la investigación, la creación y la libre exploración colectiva. Asimismo, debería permitir ampliar el espacio para aquellas actividades no automatizables o que no se deseen automatizar. 

En el aula, las funciones conversacionales de la IA generativa pueden llegar a ser bastante estimulantes. Con los prompts adecuados, la IA es capaz de explicar ciertos temas complejos con metáforas cercanas a las vidas e intereses de las y los estudiantes; además podría ser un instrumento efectivo de autoevaluación que ayude al estudiante en la preparación de sus pruebas sin sustituirlas. 

También es posible pedirle al sistema que adopte una determinada perspectiva o represente a un personaje histórico para chatear con él o ella; que se sitúe como alguien a quien explicar un tema o que haga de compañero menos aventajado con quien cooperar. La IA puede permitirnos recuperar el arte de elaborar buenas preguntas y no solo buscar respuestas indicadas. 

Las tecnologías no sustituyen a los cuerpos biológicos, los recomponen. En lugar de apresurarnos a diseñarlas para reemplazar la actividad humana, deberíamos discutir colectivamente cuáles son sus particulares potencialidades y cómo estas pueden enriquecer la experiencia humana.  

* Doctor en Filosofía. Politólogo. Docente de la Universidad Nacional de Colombia. 

Información adicional

Autor/a: Iván Darío Ávila Gaitán*
País: Colombia
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo Nº322, marzo 20 - abril 20 de 2025

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