Darle cuerpo a una nueva sociedad. A un nuevo gobierno. A un nuevo poder. Hacer volver los ojos hacia
Estos y otros varios propósitos, izados y sostenidos con persistencia por la izquierda colombiana durante décadas, se sentían en la esperanza y el ambiente de las múltiples movilizaciones y declaraciones que siguieron a la constitución del Polo Democrático Alternativo (PDA) en 2006 tras la compuerta por superar de la ‘unidad de conveniencias’.
Si bien los acuerdos entre
Han transcurrido cuatro años desde entonces y las alegrías generadas por este proceso han sido muchas. También las tristezas. Pero mucho más que unas u otras son las dudas por aclarar y los obstáculos por superar. Al decir de muchos, el principal de éstos consiste en la dificultad para crear o habilitar espacios donde discutir y delinear en toda su dimensión el pensamiento político colectivo de esta nueva fuerza política. Pero también, ¿cómo encontrar y profundizar una relación de cuerpo con el conjunto del movimiento social, de suerte que éste se promueva, lo empodere y no lo suplante?
En estos días de febrero, en vísperas de su II Congreso, las contradicciones hasta ahora sin resolver se expresan con mayor fuerza. Se agitan. Algunas con amenaza de la unidad que es criatura impúber todavía.
En medio del acierto de compaginar diversas tendencias como PDA, las necesidades de organización, movilización y debate interno, hasta ahora no resueltas, demandan avance y concreción, sin rozar ni caer en el estilo político, individual, tradicional. Porque, entre unas y otras, la pugna por el poder interno gana eco.
Las lecturas del país que tenemos, del que necesitamos, haciendo el camino o los caminos por recorrer para hacerlo realidad, se dibujan en boca de los voceros más reconocidos de algunas de las tendencias que conviven en el Polo. Parece el fin. Pero no. Es común que la convivencia tenga momentos de tensión, que sostenidos de manera adecuada deben arrojar una mejor decantación y cohabitación para poder crecer y acercar a más sectores y realidades. El resultado final de esta primera etapa –sin perder las miras de la coyuntura política y no sólo electoral de marzo-junio de 2010, en que
Unidad: construida sobre un pensamiento armónico y un proyecto de país que logre desatar la inmensa energía hasta ahora no potenciada. Cohesión, fuerza de juventud, de resistencia, de sobrevivencia de las terribles masacres con las cuales han querido apagar las voces de la inconformidad, de la pluralidad que convive en Colombia, del protagonismo femenino, de la diversidad sexual, etcétera.
Unidad: para proponer alianzas
Unidad: para quitar la iniciativa, para el cimbronazo hasta la defensiva, o para derrotar al bipartidismo tradicional.
Anhelo de un PDA no sumido en el Capitolio.
Con la brasa del terror paramilitar, ahora más urbana y que ya ha hecho víctimas a decenas de militantes, dos ritmos yuxtapuestos caracterizan al PDA durante su corta existencia: el del Congreso y el de base.
Surgido de una reforma política y un rito electoral, los liderazgos muchas veces individuales se han impuesto en la cotidianidad del Polo, y, de esta manera, el tiempo institucional de la política. Como constancia de ‘minoría’. Locuaz, valiente, pero formal. No hay sorpresa ni desafío claro del contenido oligárquico de las leyes y los reglamentos. No se rompen los ritos ni los tiempos ni las prácticas políticas más conocidas y difundidas. Falta vocación de poder y decisión de liderazgo nacional.
Mientras abajo, sin voz suficiente, tal vez excluidos, los liderazgos sociales permanecen subsumidos por su lógica de resistencia y recateo, sin encontrar un canal expedito con aquellos dirigentes, congresistas, que se ven arriba, en su escenario mediático limitado, no pleno, que los hace creerse sujetos activos de la “política real”.
Una dualidad que se traduce en la precaria vida pública del PDA: sin debates públicos constantes, sin canales de comuncación e interacción con la sociedad, más allá de la esfera y el cálculo de asumir o proponer candidatos para
Ante esta realidad, cabe anhelar un partido inmerso e integrado por todos sus costados a la sociedad colombiana. Renovado en prácticas y estilos. Con un lenguaje remozado. Sin olvido de los jóvenes. Con iniciativa. Con experiencias locales para sumar y coordinar; de economía, convivencia, gobierno, aplicadas aquí y ahora, sin esperar un futuro o un tiempo prolongado, indefinido, por venir.
Es decir, una fuerza política que construya y potencie un referente de poder que eclosione el viejo y oligárquico que engendra y legitima la pobreza y la guerra. Son retos para un II Congreso que debe ir mucho más allá de quién sea el candidato a las próximas elecciones presidenciales. Retos para impedir que la política continúe pensándose y ejecutándose desde y dentro de los parámetros y cronogramas oficiales. No de otra forma es posible romper las esclusas construidas desde tiempo atrás por el bipartidismo y sus continuidades de negación, para que la democracia se haga cuerpo en cada hogar y cada rincón de Colombia.
Para acercarnos a esta realidad por transformar, entrevistamos a los dirigentes del Polo: Carlos Gaviria, Gustavo Petro, Jorge Enrique Robledo, Jaime Caycedo, Alexander López, Hernando Gómez Serrano. Sin lograr respuesta, intentamos localizar al senador Iván Moreno Rojas. Muy a pesar nuestro, sabemos que falta la opinión de muchos otros, pero el espacio de publicación tiene un límite.
Quedan los entrevistados con nuestros lectores.
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