Pasados 10 años de este falso “retorno de la izquierda” (en realidad, un invento interesado o no del periodismo comercial), las aguas se han decantado de algún modo. Algunos de estos izquierdistas resultan relativamente ‘aceptables’, para el sistema porque son racionales y moderados (Lula y los gobiernos de ‘concertación’ en Chile, por ejemplo), otros son enteramente repudiables, como la experiencia venezolana, la boliviana, la argentina. El caso extremo ha sido la demonización de la administración venezolana con su democracia ‘participativa’ y su esfuerzo de articulación bolivariana, al que se califica geopolíticamente como parte del ‘eje del mal’ mundial (calificación que en este hemisferio comparte con Cuba). Según la prensa internacional (The Economist, CNN), estos regímenes repudiables, apiñados bajo el anatema de “populistas” o “neopopulistas”, llevan a sus pueblos a la ruina y la tiranía, y están condenados al fracaso porque se orientan por ‘ideologías’. Sobre ellos pende siempre la factibilidad de un golpe de Estado.
Estos gobiernos ‘de izquierda’ latinoamericanos constituyen en realidad experiencias sociales y ‘nacionales’ altamente disímiles. Para efectos de su mejor comprensión (siempre difícil para quienes no están insertos en sus procesos), es mejor calificarlos según los siguientes parámetros nada antojadizos:
- Plantean o no plantean políticas públicas (y las materializan de acuerdo con sus posibilidades políticas) que incidan positivamente en la configuración de capital humano. Esto significa transformar cualitativamente el sistema educativo, institucionalizar la seguridad social y dotarla de financiamiento adecuado, e intervenir en la expansión y la calidad de la oferta laboral. Si no hacen esto, no son de izquierda. Al anterior programa mínimo habrá que añadir: crear las condiciones para una participación ciudadana y social efectiva en las políticas públicas;
- Los asuntos anteriores suponen un esfuerzo sostenido en la reconfiguración de la propiedad y la posesión de medios y herramientas productivas. En América Latina esto contiene, al menos, una reforma agraria (propietarista o campesina) y la creación de un área cooperativa de la economía como primeros pasos hacia un orden sociopolítico no oligárquico y no neooligárquico;
- El trabajo político-cultural de esta ‘izquierda’ pasa, tanto cuando se es gobierno como cuando no se lo es, en generar una sensibilidad generalizada que legitime social y política y culturalmente los anteriores procesos de cambio. No se trata sólo de ganar elecciones o levantar personalidades individuales destacadas sino de estar siempre presente como programa y posibilidad-de-país en la sensibilidad política y la ideológica de la población. Esto hace que una eventual derrota electoral tenga menos importancia porque ella se inscribe en una ‘cultura’ que permanece y rejuvenece día con día en la subjetividad y la acción diaria de la población y sus instituciones. Ejemplo: la gente pudiera interesarse permanentemente en organizarse desde sus necesidades sentidas y expresadas (articuladas) para ser permanente actor (sujeto) de las políticas públicas;
- Los dirigentes y los partidarios de estas nuevas izquierdas conocen y asumen sin sectarismo los éxitos y errores de las experiencias de izquierda y sus gobiernos en el siglo XX; lo hacen para no reiterar errores que precipitaron mayoritariamente sus colapsos o enrarecimientos, y para recrear en un nuevo y todavía más difícil contexto las acciones que resultaron procesualmente exitosas. Tal error no debiera repetirse: adoptar, desde ‘la izquierda’ o política o social, la falsa separación y conflictividad entre izquierda político-ideológica (partidaria) e ‘izquierdas sociales’ o movimientistas.
Se pueden añadir otros criterios, pero algunos de los mencionados, su presencia o ausencia, resultan decisivos.
Leave a Reply