La comprensión del presente para construirnos con futuro

La comprensión del presente para construirnos con futuro

La nueva máscara del poder

Héctor-León Moncayo S.

Ha transcurrido ya tiempo suficiente para que se comience a deshacer el embrujo santista. Aunque, a juzgar por las encuestas de opinión, es mucho más poderoso que el de Uribe. Pero en estos tiempos de embrujos la verdad es que últimamente no suelen durar mucho. Como la “ola verde”, que, sustentada precisamente en la necesidad de evitar a toda costa que Santos ganara las elecciones, hoy el agua apenas le alcanza para disputar las elecciones regionales de nuevo con el trajinado argumento de las virtudes de los técnicos ‘antipolíticos’. De todas maneras, no hay que creer mucho en los embrujos; se forman, en buena parte, en las oficinas de los grandes medios de comunicación. Un mes antes de abandonar la presidencia y ya elegido Santos, Uribe intentó volver sobre el ‘escandaloso’ apoyo del gobierno venezolano a las farc, cuyos dirigentes estarían en territorio del vecino país, con el propósito pueril de exacerbar el enfrentamiento en la forma de una denuncia ante la OEA; pero ya no tuvo eco: lo que durante los ocho años anteriores se hubiera convertido en el centro de la política y motivo de desbordados elogios para nuestro líder ‘patriótico’ terminó en una anécdota burlesca. Al contrario, sirvió para celebrar la extraordinaria capacidad diplomática del nuevo presidente, que quería buscar la reconciliación. A rey muerto, rey puesto.

Ya se terminó el período de la “luna de miel” de los primeros cien días. Pero el nuevo embrujo cuenta probablemente con algo de combustible para un rato más. Sobre todo porque la llamada tragedia invernal obra en favor suyo, concentrando la atención y ocultando el verdadero sentido de la política del Gobierno. El encanto sólo se romperá definitivamente, sin embargo, cuando sean aclaradas las confusiones que suscitó la sorpresa –ciertamente infundada– del llamado cambio de estilo. Hasta ahora, éste ha sido el principal motivo de discusión. Y no gratuitamente: el embrujo santista radica enteramente en que parece haber roto con Uribe; ha vivido del contraste que los propios uribistas puros y duros se han encargado de alimentar. Es por eso que la corriente mayoritaria de la única oposición política que resta, el Polo Democrático Alternativo, ha resumido su postura en una simpática fórmula: Santos I equivale a Uribe III. Otros han decidido poner todo el énfasis en el cambio. Al parecer, se ha eliminado el lenguaje belicista, agresivo y provocador. Se habla por ello del fin de la ‘polarización’ y por consiguiente de un ‘respiro’. Es todavía una pobre oferta de cambio pero suficiente para satisfacer a un sector poco ambicioso. Para algunos es casi como pensar con el deseo.

La disyuntiva, sin embargo, es completamente falsa; y tramposa porque da a entender que, si concedemos que hubo un cambio, estamos aceptando que la situación de hoy es mejor. Al contrario, puede decirse que, en muchos sentidos, es peor. Pero no es difícil reubicar la discusión. Para empezar, es claro que la continuidad nunca significa que hayan de adelantarse las mismas tareas que en el gobierno anterior; en realidad, como suele decirse, se trata de construir sobre lo ya construido. La escasa ambición de algunos sectores anteriormente oposicionistas se explica justamente porque ya habían sido doblegados por la brutal política de Uribe. Ha sido la tradición en Colombia, bien conocida en regiones y localidades rurales, primero machacar, crear el terror, eliminar hasta el deseo de resistencia, para luego adelantar operaciones cívico-militares. En el nuevo statu quo cabe la ‘tolerancia’; es el modelo del programa de desarrollo y paz del Magdalena Medio. A todo ello puede adicionarse un logro importante de Uribe: deslegitimar cualquier tentativa de oposición social y política, identificándola con el terrorismo; sobre todo cualquier tentativa de reconocimiento de un conflicto armado interno que pudiera resolverse mediante negociación política. Santos cuenta con ese capital político para invertirlo en otros objetivos; no tiene que recorrer el mismo camino. A menos que la situación lo obligue; y ya dio muestras de lo que es capaz de hacer.

Pero lo más importante es el análisis, digamos, sociológico. No es posible hacer un análisis político y sobre todo fijar una posición a partir de la superficialidad anecdótica exclusivamente. ¿Es el gobierno de Santos expresión de una alteración sustancial de la dominación económica y política en Colombia? No hay problema con aceptar que sí ha habido un cambio, una recomposición tanto en el orden nacional como en el orden internacional, pero de ninguna manera una ruptura. No nos ubica en un escenario incierto en el cual el desenlace de alguna manera estuviera pendiente. El cambio se da sobre un eje de continuidad; representa justamente una cualificación del mismo proyecto económico social y político.

Pages: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

Información adicional

Autor/a:
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.